miércoles, 29 de abril de 2015

La importancia del AUTOCONCEPTO AJUSTADO: Cuando me miro en el espejo y no me gusta lo que veo


Personas divertidas  que se consideran pesadas, atractivas que se sienten feas, sensibles que se identifican como lloronas y descontroladas, afortunadas que se ven desdichadas, inteligentes que se perciben incompetentes, creativas que se consideran estúpidas, habilidosas que se creen torpes,…



En ocasiones nos miramos al espejo y no nos gusta lo que vemos, anhelamos otro aspecto, una actitud distinta, un rasgo o un cuerpo diferente. A casi todos nos ha podido suceder algo similar alguna vez.

Podemos desear que sean los demás los que nos den la seguridad que no encontramos en nosotros mismos, dar mucho más valor a la mirada de los otros o avergonzarnos porque quizás no sintamos que estamos a la hipotética altura de las circunstancias.

Hay quienes finalmente dejan de mirarse en el espejo para no verse,  huyen sistemáticamente de sí mismos o se esfuerzan por ser quienes no son aparentando e imitando a otros. Algunos llegan a esconderse detrás de jornadas laborales interminables, otros dejan de relacionarse y se aíslan o bien proyectan sus frustraciones en quienes les rodean. 


                                                                                             FOTO: http://emocionesysentimientos.com/2008/05/07/quien-soy-yo/
                                                                                       

La desconexión de/con la realidad, la sensación de extrañeza hacia uno mismo, el desanimo, la tristeza, la sintomatología ansiosa o la progresiva pérdida de identidad (¿quién soy?, ¿qué me gusta?,…) suponen en ocasiones un punto de inflexión para uno mismo o para alguien cercano que llega a la conclusión de que quizás algo no va bien.

Focalizar desmesuradamente en lo que no me gusta o lo que no consigo puede nublar la visión de lo que sí me gusta o tolero de mí mismo, de mis logros y de lo que puedo conseguir. Puede que llevemos puestas unas gafas sucias o empañadas sin ser conscientes de ello, y creamos ver la realidad completa cuando realmente sólo estemos alcanzando a ver parte de ella. En estos casos no se trata de la imagen que se refleja en el espejo sino más bien de lo que el que mira percibe e interpreta.



                                                                                    FOTO: http://maestrosdelpoker.com/jugar-al-poker-percepcion-distorsionada/

                                                                                          
Sabemos que objetivamente  un error no nos define como personas ni un aspecto específico de nuestra personalidad, imagen corporal o actitud  tampoco. Por tanto, sobredimensionar o maximizar algo concreto de nosotros mismos que no nos gusta o que nos incomoda, puede llegar a convertirse en una idea obsesiva de la que cada vez nos cueste más desprendernos ya que poco a poco se puede ir instalando en nuestro pensamiento. Asumir que algo determinado delimita la totalidad de lo que soy implica cometer un sesgo de autopercepción importante y por ello es fundamental identificarlo para trabajarlo, reducir la intensidad de sus efectos o eliminarlo.

En estos casos, el autoconcepto (la imagen que cada uno tiene de sí mismo) se empobrece y se desajusta llegándonos a  jugar una mala pasada al condicionar enormemente otras áreas vitales, ya que sin duda lo que piense de mí mismo va a influir inevitablemente  en la estima que me tenga, en el modo de observar la realidad, de gestionar las emociones o situaciones y de relacionarme.


Tomar conciencia de que la imagen que se proyecta y veo reflejada cuando me miro pueda estar distorsionada supone comenzar a caminar por la senda del autodescubrimiento y la aceptación de uno mismo con las limitaciones, fortalezas y potencialidades inherentes a la propia existencia. Sólo aquello que dependa de mí total o parcialmente podré cambiarlo en alguna medida, ya que tengo la posibilidad de generar cambios importantes en mi sistema personal dentro mi propio radio de acción.

Es fundamental para mantener nuestro bienestar físico y psicológico disponer de un autoconcepto (lo que sé de mí mismo) adecuado y ajustado con la realidad, base fundamental para desarrollar una autoestima (lo que siento por mí mismo) positiva.



jueves, 12 de febrero de 2015

De la empatía del profesional a la traumatización vicaria


¿Alguna vez tus emociones se han llegado a "mimetizar" tanto con las del otro que has llegado a creer sentir casi lo mismo que él siente?, ¿te ha costado "desconectar" tras el impacto de conocer la dura historia de otra persona?, ¿tiendes a "ponerte en la piel" del otro?, ¿te olvidas un poco de ti mismo cuando conectas con el sufrimiento de los demás?,...


La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, que implica colocarse sus zapatos y sintonizar con “su mundo” tal y como él lo vivencia. Por tanto, es empático aquel que llega a abstraerse parcialmente de sí mismo y focaliza en cómo el otro percibe, piensa, siente y actúa, tomando como referencia su posición, sus circunstancias, sus características personales o sus limitacionesEsta consciencia del otro requiere que se acompañe en todo momento de una conciencia sostenida de que precisamente es una vivencia del otro y no nuestra. Ni más ni menos se trata de no olvidar que es la realidad del otro, son sus sentimientos y sus emociones y no los nuestros.  Esta segunda parte es la clave para que la persona empática  se gestione emocionalmente de forma adecuada, si bien en múltiples ocasiones no se toma en consideración en la práctica.


                                                                                                      FOTO: http://edukame.com/los-limites-de-la-empatia

Lo cierto es, que podemos encontrar casos de personas altamente sensibles que poniéndose en la piel del otro llegan a confundir sus propias emociones con las de la otra persona, o incluso casos en los que se desarrolla una implicación desproporcionada y poco saludable en la existencia del otro que llega a difuminar los límites de la vida propia y la de éste, llegando a relegarse  uno mismo a la vida de los demás de forma sistemática. Éste es, entre otros, uno de los factores facilitadores de una relación dependiente, en la que una persona llega a percibir, pensar, sentir o actuar en base a los criterios del otro y no a los propios. 
Enfocarse en el otro, tomando sus metas u objetivos como propios o percibir su dolor, su angustia o su tristeza como si fuera nuestra puede suponer perdernos de algún modo a nosotros mismos o perder la conciencia de ser ajeno al otro. Es más, interfiere enormemente en el apoyo saludable y eficaz que podemos prestar como agentes externos a él, con una mirada distinta desempañada de emociones intensas.

Los clínicos, terapeutas o  profesionales que estamos en contacto directo y regular a nivel profesional con víctimas de violencia o personas que atraviesan etapas de reestructuración vital marcadas por sucesos traumáticos debemos trabajar sistemáticamente el propio equilibrio emocional y a nivel preventivo poner en marcha estrategias de autocuidado para evitar la traumatización vicaria (término acuñado por McCann and Pearlman en 1990), la cual deriva del impacto emocional acumulativo y de las secuelas psicológicas de enfrentarnos a los hechos o experiencias traumáticas de los pacientes, tal y como argumenta Enrique Echeburúa. 

Escuchar día a día como otras personas han sido objeto de graves vejaciones o humillaciones, cómo se han vulnerado sus derechos, han sentido amenazada su propia integridad física o han sido agredidas, y acompañarlas en su proceso de recuperación empatizando con sus emociones forma parte de lo esperable y deseable en el caso de determinados profesionales y es ingrediente indispensable para que la intervención de estos sea satisfactoria. Ahora bien, el impacto que tiene la exposición para el profesional debe ser compensado por el cuidado del equipo de trabajo al que pertenezca y el autocuidado de éste en el día a día.

                                                                                             FOTO: http://blog.psicoactiva.com/de-mayor-quiero-ser-psicologo/


Los autores Saavkvite y Pearlman (1996) consideran que “la traumatización vicaria es el resultado de tratar de una forma empática y comprometida a víctimas de traumas durante un período prolongado”. Estos mismos autores expusieron los signos y síntomas de la traumatización vicaria y como inicialmente se instalan de forma progesiva y difusa sin que el terapeuta en principio se de cuenta de ello o bien como poco a poco va presentando dificultades para desconectar del trabajo o para divertirse como antes. Enrique Echeburúa  diferencia los indicadores de la traumatización vicaria diferenciando los  cambios físicos y psíquicos (agotamiento, pesadillas, desmotivación, molestias gastrointestinales,…), los personales (tristeza, escepticismo hacia el futuro, sentimiento de culpa por llevar una vida frívola, dificultades para establecer límites entre la vida personal o y la profesional,…) o los cambios sociales  (sensación de incompresión por parte de los demás, irritabilidad, dificultad para sentir emociones,…).


                                             FOTO: http://centroalhalmbra.com/terapias/gestion-del-estres-y-calidad-de-vida/

Por otro lado, Charles Figley considera que la capacidad de compasión y la empatía están en el centro mismo de la capacidad del terapeuta para realizar su trabajo, y al mismo tiempo en la posibilidad de llegar a "ser lastimados por el trabajo". 
El mismo autor en 1995 fue quien acuñó el término de Compassion Fatigue que se tradujo como "Desgaste por empatía", para referirse a la misma traumatización vicaria o estrés traumático secundario.

Es, por todo lo expuesto, fundamental para prevenir el desbordamiento por impacto emocional en  los profesionales y equipos de trabajo que reúnen las características mencionadas anteriormente, que estos se conciencien de la importancia de identificar las fuentes de tensión, reconozcan los límites, los estados críticos, indicadores de alarma, las vulnerabilidades y las fortalezas (individuales y grupales), e introduzcan y potencien el desarrollo de habilidades y estrategias elementales que faciliten la gestión emocional día a día.




Fuentes consultadas:

Echeburúa, E. (2009). Superar un trauma. El tratamiento de las víctimas de sucesos violentos. Madrid: Pirámide.









viernes, 31 de octubre de 2014

La insuficiencia del abordaje actual en Violencia de Género.


¿Qué más podemos hacer?, ¿son todas las medidas adoptadas de efectividad a largo plazo?, ¿las intervenciones actuales pueden mejorar?, ¿dónde se encuentran las mayores dificultades los técnicos que actúan de manera directa con esta problemática?, ¿qué necesidades siguen sin cubrirse?,¿cómo se aborda desde otros países?, ¿por qué siguen manteniéndose las cifras?…


Considerar la Violencia de Género como un problema social es relativamente reciente, tal y como señala Gracia en 2002. Lo cierto es que tras iniciarse el interés científico por este fenómeno tuvieron que pasar más de 20 años para que las organizaciones internacionales y algunos gobiernos lo consideraran un problema de salud pública y un verdadero abuso de los derechos humanos (American Medical Association 1994; Consejo Europeo 2002; OMS 2002, Lila 2010).

En 1995 la ONU plantea como objetivo prioritario la lucha contra la Violencia dirigida a las mujeres y en 1998 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara la violencia doméstica prioridad internacional para los servicios de salud. Ese mismo año, en 1998, España elabora el primer “Plan de acción contra la Violencia Doméstica” en el que considera la violencia doméstica como un problema de estado (Fernández et al., 2003) y algunos recursos públicos especializados en evaluación e intervención comienzan a abrir sus puertas.

En la actualidad contamos con medidas institucionales y profesionales, sociales, políticas, judiciales o policiales con el único fin de erradicar este tipo de violencia.

Lo cierto es que nos encontramos frente a una problemática de dimensión global que a pesar de las diversas medidas que se implementan mantiene una elevada incidencia, incluso en contra de lo que esperamos y deseamos en las generaciones más jóvenes. Éste es sin duda uno de los debates de primer orden planteado en los círculos profesionales y sociales hoy en día.

He tenido la oportunidad de conocer grandísimos profesionales implicados en combatir esta lacra desde diferentes frentes, siendo sus aportaciones, ilusiones y esperanzas de cambio fundamentales para alcanzar logros diarios. Pero no es suficiente, las cifras lamentablemente lo delatan y quienes trabajamos diariamente en esta área lo sabemos.

El abordaje actual cuenta con planes de prevención comunitarios y escolares, protocolos sanitarios que se activan ante una posible sospecha o certeza de que hay una situación de violencia de género, cuerpos y fuerzas de seguridad especializados que pueden actuar de oficio o que velan por la seguridad y protección de las víctimas, dispositivos electrónicos de protección, oficinas de asistencia a las víctimas, juzgados y fiscales especializados, juicios rápidos, centros de evaluación e intervención de urgencia, teléfonos de asistencia y asesoramiento, programas de intervención con hombres penados en centros penitenciarios (en España activos desde el año 2001), aquellos desarrollados como medidas penales alternativas a la prisión (para el supuesto de suspensión y el de sustitución de la pena privativa de libertad) o los del acceso voluntario y desarrollados en el contexto comunitario (en España ofrecidos por ONGs, Ayuntamientos o Comunidades Autónomas), prestaciones económicas específicas o red de centros de acogida de urgencia, entre muchos otros que amplían este breve enumeración.

Una vez más, NO ES SUFICIENTE. Así es.

En la medida en que estamos ante un problema social que produce un desajuste global del sistema personal, familiar y social se precisa de una respuesta a la problemática integral y técnicamente interdisciplinar que implica a una gran diversidad de organismos e instituciones y servicios.  

Se ha avanzado mucho en relativamente poco tiempo en este sentido si bien, desde mi punto de vista, valoro la necesidad de perfeccionar y dotar de los medios y recursos suficientes a cada uno de estos agentes de cambio que intervienen directamente con esta problemática. De este modo lo que ya se hace se podría hacer mucho mejor.

En segundo lugar, creo que es primordial revisar la burocracia actual vinculada a esta problemática con el fin de optimizar los procesos, reducir los tiempos y no duplicar o triplicar documentos con los mismos datos. Reducir la burocracia a lo estrictamente esencial supone ganar tiempo y esfuerzo que puede dedicarse a lo verdaderamente relevante.

En tercer lugar, considero que es fundamental articular una coordinación, entre todos los agentes que intervienen, real y mucho más efectiva que trascienda con creces las  comisiones puntuales, los intercambios de experiencias o los convenios de colaboración. A la vista está que no basta con las coordinaciones/comunicaciones existentes entre los diferentes agentes de cambio para que el engranaje funcione de forma efectiva tal y como potencialmente podría hacerlo. Cada uno aislada o estancadamente conoce una parcialidad del problema.
Sería conveniente que los diferentes organismos implicados, las propias consejerías (fundamentalmente sanidad, educación, justicia y bienestar social), ministerios, gobierno central o equipos de investigación trabajaran coordinadamente de forma fluida y rápida de tal modo que aumentara su capacidad de respuesta y se agilizaran los procedimientos  e intervenciones. Sin ninguna duda una pobre coordinación entre los existentes recursos implica pérdida de oportunidades de actuación o incluso pérdida de información determinante y clave para la adecuada resolución de algunos casos.
Considero fundamental pasar de la eminente verticalidad de los organismos y servicios donde la información trasciende entre elementos jerárquicos ascendentes o descendentes a una articulación más dinámica entre los diferentes recursos que intervienen, complementaria a la anterior, que permitiera una mayor flexibilidad y un acceso a la información más rápido.




¿Podría un organismo disponer de la información que otro organismo tiene para realizar una valoración de riesgo más completa (policía, unidades de valoración de víctimas,…)?, ¿podría bienestar social a través de programas de prevención acceder directamente a aquellos casos en los que educación detecta sistema de creencias y valores especialmente vulnerable?, ¿podría un equipo de investigación, de una universidad por ejemplo, acceder a la base de datos de un organismo público o disponer de una fuente activa de un servicio para realizar investigaciones con el fin de optimizar las intervenciones?, ¿podría un juzgado especializado en violencia de género considerar de forma excepcional el estado de la intervención terapéutica o del proceso de recuperación de una víctima para agilizar el proceso y evitar la re-victimización?,…

                                                     


                                                                                       FOTOS:http://culturadelalegalidad.org.mx/blog/educacion-social-y-educador-social/

Y en cuarto y último lugar, si estamos ante un problema social, que anteriormente se consideraba un problema privado, quizás concienciar a la familia y comunidad de la responsabilidad que tienen es una de las asignaturas pendientes que tenemos, ya que focalizando únicamente en la atención e intervención de la víctima (lógicamente absolutamente primordial) sin considerar la relevancia que tiene su entorno inmediato, o la intervención con el agresor, supone una intervención incompleta.



Lo cierto es que se hace mucho pero hay que hacer más y hacerlo mejor. Un análisis completo del abordaje actual (qué hacemos desde cada recurso, cómo lo hacemos y muy especialmente qué resultados obtenemos/índice de calidad) permitiría tomar conciencia de las duplicidades de servicios y de las lagunas que sin duda hay, así como sacar un mayor rendimiento del engranaje con el que contamos. Aprovechemos la voz y el buen hacer de los profesionales que día a día siguen plantando cara a esta barbarie, desde sus áreas de especialidad y a pie de campo, ya que seguramente son quienes primero detectan las insuficiencias del abordaje actual en su parcela profesional y a su vez quienes pueden ofrecer las propuestas más interesantes. Puede que escucharles sea la clave.




Bibliografía consultada:

-Echeburúa, E. y Corral, P. (1998). Manual de violencia familiar. Madrid: Siglo XXI
-Geldschläger, H., Beckmann, S., Jungnitz, L., Puchert, R., Stabingis, A. J., Dully, C., …
Schweier, S. (2010). Programas europeos de intervención para hombres que ejercen
violencia de género: panorámica y criterios de calidad. Intervención Psicosocial, 19,
181-190.
-Lila, M. (2009). Intervención con hombres penados por violencia contra la mujer: el
Programa Contexto. En F. Fariña, R. Arce y G. Buela-Casal (Eds.), Violencia de género.
Tratado psicológico y legal (pp. 210-220). Madrid: Biblioteca Nueva
-Lila, M., García, A. y Lorenzo, M. V. (2010). Manual de intervención con maltratadores.
Valencia: Servicio de Publicaciones de la Universidad


jueves, 11 de septiembre de 2014

Personas RESILIENTES: La importancia de conocer sus capacidades y competencias emocionales.



Hay personas que afrontan de forma hábil las dificultades y adversidades intrínsecas de la vida, que se sobreponen, salen fortalecidas e impulsan su crecimiento personal porque consiguen extraer aprendizajes valiosos de las peores situaciones que podemos imaginar. Con ello no quiero decir que sea sencillo, que no experimenten emociones negativas o que en ocasiones se sientan perdidas o desesperanzas. Quiero decir que a pesar de todo, continúan avanzando, aceptan su nueva realidad y consiguen vivir plenamente.

En ocasiones, en las sesiones de intervención, detecto claramente esa “garra” que de pronto se activa y se engancha a cualquier haz de esperanza, ese “instinto de supervivencia” que pone en marcha todo un plan de rescate emocional como si de alguna forma, interiormente, esa persona hubiera tomado conciencia de que ha llegado al suelo del hoyo y quiere salir tomando impulso.

En este punto, estas personas presentan cierta ansia por encontrar el modo de avanzar a pesar de que su día a día esté nublado y anhelan que alguien encienda la luz en el recorrido que queda por andar hasta encontrar la salida.

No tienden a detenerse excesivamente en la pena, la culpa o el discurso recurrente, sino que tienden a conceptualizar y definir la pérdida, asignan responsabilidades y se orientan al presente y al futuro a pesar de que su estado de ánimo sea bajo o se encuentren desubicados. Buscan soluciones y ponen su energía en reestructurarse apoyándose en los recursos personales, familiares y sociales de los que dispongan.

Con el tiempo identifican elementos de fortuna, aquello que a pesar del infortunio o del problema, sigue siendo valioso en su vida (personas que permanecen, circunstancias favorables, estima propia,  logros alcanzados,…) y de nuevo, paulatinamente, comienzan a desarrollar la capacidad de disfrute, recuperan el control y toman decisiones consecuentes libre y autónomamente.

Si os detenéis por unos minutos a pensar en ello encontraréis en vuestro entorno personas que encajarían en esta descripción e incluso puede que vosotros mismos os veáis identificados. 

Sabemos que hay características propias de ciertas personas que favorecen la recuperación tras un suceso violento,  traumático, negativo, inesperado, intenso o incontrolable que inicialmente ha generado miedo e indefensión y ha desbordado la capacidad de respuesta y adaptación.

La resiliencia es precisamente esa capacidad para sobreponerse al dolor emocional y a las situaciones adversas potenciando los recursos existentes y facilitando el reajuste.

Hay personas resilientes, que han desarrollado en su proceso de socialización habilidades de afrontamiento adecuadas  y eficaces, que cognitivamente disponen de una estructura o mapa que tiende al razonamiento ajustado a la realidad, que se orientan hacia lo que depende de ellas y especialmente hacia el hoy y el mañana.

¿Quiere decir que sólo el resiliente puede alcanzar la vida plena tras la adversidad? Evidentemente no, si bien es cierto que éste tiene un trecho del camino andado.


Cualquiera de nosotros tiene la capacidad de cambiar, adaptarse y reestructurarse precisando para ello tiempo y realizando el trabajo personal adecuado  contando con los apoyos internos y externos necesarios.


                                                                                                  FOTO: http://www.flow-ecodesign.es/blog/4-tips-resiliencia/


Son tremendamente interesantes las líneas de investigación existentes en el área de la resiliencia, los factores protectores y los factores de vulnerabilidad que de algún modo modulan la forma en la que cada una de las personas afrontamos los problemas y la adversidad de la vida. Desmenuzar el funcionamiento y la estructura de las personas resilientes o conocer el desarrollo de su capacidad nos da la clave para poder potenciar dichas áreas en todos y cada uno de nosotros



Os dejo con una selección de enlaces para profundizar sobre este tema que os permitirán adentraros en esta área de conocimiento. 


¡Seguro que salís fortalecidos!








martes, 27 de mayo de 2014

¿Quién eres?: LA BÚSQUEDA DE UNO MISMO



En ocasiones el ritmo de  vida en el que estamos inmersos, las exigencias del entorno y las que nos fijamos nosotros mismos, dificultan que tomemos conciencia de quiénes somos, lo que deseamos y los pasos que vamos dando día a día, de tal modo que puede que estemos caminando en la dirección contraria a dónde queremos  ir y por tanto nos estemos alejando en realidad cada vez más de aquello que interiormente deseamos o querríamos alcanzar.

Ante una gestión ineficaz de un acontecimiento estresante, dramático o una pérdida real o percibida en la que los recursos de los que disponemos no son suficientes para salir adelante, podemos llegar a adentrarnos en un momento vital crítico en el que dejamos de atender a lo externo y evaluamos intensamente nuestras competencias y el entorno que nos rodea. El fallecimiento de un familiar, la pérdida de un trabajo o no encontrarlo, el nacimiento de un hijo, ser víctima de una agresión, una separación, una ruptura sentimental o presenciar un desastre natural son algunas de las situaciones en las que generalmente solemos pararnos a reflexionar en profundidad.

En las crisis vitales se produce un desajuste tal que requiere nuestra absoluta atención y dedicación para evaluar y re-evaluar  las pérdidas, los recursos de afrontamiento o los apoyos vitales tantas veces como sea necesario para recuperar cierto equilibrio. Mirarnos al espejo con valentía y reconocer nuestras debilidades y fortalezas, es un punto de inflexión que posiblemente marcará un giro en la dirección mantenida hasta ese momento. La conceptualización que hagamos de esta etapa crítica es crucial para la manera en que la “vivenciemos”. Entender la crisis personal como una oportunidad para el cambio, de crecimiento o como una forma de desarrollar nuestra autenticidad nos invita a adoptar una actitud en la que maximizamos los beneficios y aumentamos la probabilidad de superarla con éxito.



                                                                                                          FOTO: http://mentirasmalcontadas.wordpress.com



Para ello, para salir fortalecido de un momento vital crítico, es necesario vencer la etapa inicial de incertidumbre e inseguridad, altamente cargada de pensamientos paralizantes donde la culpa o los reproches personales se instalan sin ni siquiera darnos cuenta. Sentirnos perdidos, solos, incomprendidos o desafortunados forma parte del proceso y vencer estos estados emocionales puede dar paso a un análisis constructivo del momento en el que nos encontramos. Sólo de este modo podremos tomar decisiones consecuentes que puedan beneficiarnos no sólo a corto plazo, podremos comenzar a vislumbrar qué queremos conservar de nosotros mismos, de lo que nos rodea o a qué personas queremos seguir teniendo cerca. En definitiva qué queremos seguir llevando en la mochila día a día.

En este punto es cuando verdaderamente nos miramos en el espejo y podemos recomponernos tal y como queremos aquí y ahora. Es cuando podemos asimilar nuestra historia pasada a pesar de que se aleje de lo que hubiéramos deseado, aprender de ella, desaprender comandos en los que se nos ha programado que ya no son útiles y aprender nuevas formas de funcionamiento saludables. Sin duda es el momento de sacar conclusiones y quedarnos con lo verdaderamente importante que guiará nuestra nueva toma de decisiones y motivará la dirección que queramos tomar.


                                                                                                               FOTO: http://www.enriquemonterroza.com


Saber quién eres, lo que te gusta y lo que te encanta, lo que no quieres, lo que para ti es negociable y lo que no, lo que deseas, a quién quieres, tus limitaciones, tu zona de comodidad, lo que estás dispuesto a arriesgar, lo que te hace vibrar o lo que te invita a sonreír, es fundamental para VIVIR.  Tomar conciencia de ello es treméndamente  importante porque variará según nuestro momento vital o las circunstancias que nos rodean. Lo que en su momento fue útil y efectivo puede que ya no lo sea y si no lo detectamos quizás estemos limitando nuestro propio potencial.

Algunas personas tienen un sentido innato o aprendido e interiorizado de lo que supone su existencia y regularmente toman conciencia y no sólo analizan algunos de estos aspectos de un modo intenso en sus crisis vitales. Otras, en cambio, se instalan en la comodidad y se mueven por patrones fijos y difíciles de modificar, los cuales pudieron tener una funcionalidad en el pasado pero permanecen sin ser re-evaluados ni adaptados al AQUÍ Y AHORA.

VIVIR supone reconocer el dinamismo intrínseco que conlleva, así como la posibilidad de que como personas cambiamos y disponemos regularmente de nueva información o nuevos circunstancias que es importante considerar para modificar la hoja de ruta que nos acerque a donde queremos llegar.


No olvidemos que, podemos empezar de nuevo en cualquier momento, tantas veces como queramos. Tenemos la capacidad, como seres humanos, de “des-programarnos” y cambiar.




lunes, 7 de abril de 2014

NO ES NO: La importancia de las medidas de prevención contra la VIOLENCIA SEXUAL.


¿Se puede evitar ser víctima de una violación o de una agresión sexual?, ¿qué supone un trauma?, ¿por qué a mí?, ¿qué puedo hacer?, ¿podré salir?, me cuesta creer que me haya pasado, tengo miedo, ¿dónde puedo ir?, ¿qué opciones hay?, ¿volveré a sentirme bien?, ¿no sé cómo me ha podido pasar?



Art. 178 del Código Penal. El que atentare contra la libertad sexual de otra persona, con violencia o intimidación, será castigado como responsable de agresión sexual.

Art. 179 del Código Penal. Cuando la agresión sexual consista en acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de objetos por alguna de las dos primeras vías, el responsable será castigado, como reo de violación.

El Art. 180, y el 183 del Código Penal para el caso de los menores víctimas de dichos delitos,  recogen los agravantes o circunstancias que pueden concurrir en la comisión del delito que incrementan  la responsabilidad penal.  Algunos agravantes son que la violencia o intimidación ejercida revista un carácter particularmente degradante o vejatorio, que los hechos se cometan por la actuación conjunta de dos o más personas o cuando, para la ejecución del delito, el responsable se haya prevalido de una relación de superioridad o parentesco, por ser ascendiente, descendiente o hermano, por naturaleza o adopción, o afines, con la víctima.


La criminalidad en España experimentó un descenso general de un 4,3% en 2013 en comparación con el año anterior, pero se registró un aumento de violaciones y de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas, según el balance de delitos y faltas (Balance de criminalidad España 2013). A lo largo del año pasado se registraron en España un total de 1.298 "agresiones sexuales con penetración" lo que supone un incremento del 1,4% con respecto a 2012.





Lo cierto es que en ocasiones las medidas de seguridad y protección establecidas o el control informal comunitario y familiar no son suficiente para evitar la comisión de delitos. La realidad es que en la práctica no todos los ciudadanos manejamos los mismos conceptos de respeto, dignidad o derechos, ni aspiramos a los mismos ideales de justicia y humanidad.

En el seno de una sociedad con diferentes grados de seguridad y protección real y percibida, en el mejor de los casos encontramos personas que viven felizmente  día a día ajenas a otras realidades, mientras que en el peor de los casos a alguien le sucede algo en primera persona o en su entorno que le hace tomar conciencia de pronto de una gran pérdida que cambia radicalmente su estado, es víctima de un suceso violento.  La mayoría de víctimas de violencia precisamente por el hecho de serlo, de haber vivido y experimentado un suceso de consecuencias dramáticas contrario a lo que hasta entonces podrían esperar o imaginar, dejan de percibir su entorno seguro, disminuyendo notablemente su percepción de control sobre la situación.


Un trauma supone un malestar intenso por un suceso negativo brusco e inesperado de consecuencias dramáticas y causado por otros seres humanos. Este tipo de acontecimientos desborda con frecuencia la capacidad de respuesta de una persona, que puede sentirse incapaz de adaptarse a la nueva situación y perder la esperanza en el futuro.(Cita textual extraída del libro “Superar el trauma. El tratamiento de las víctimas de sucesos violentos” de Enrique Echeburúa)


                                                                                                                 FOTO:https://www.google.com/search?q=Violancion+prevencion

Intervenir a nivel emocional con víctimas de violencia supone poner rostro al pequeño porcentaje de las estadísticas que muchos desestiman en su día a día, tener muy presente que cualquiera puede ser uno de esos números en este momento y ser testigo de excepción de un proceso de recuperación personal desgarrador y edificante a la vez en el que la fortaleza se (re-)construye desde la más absoluta fragilidad.

La connotación sexual en los delitos de violencia sexual o la propia cosificación sexual,  que supone representar o tratar a una persona como un objeto sexual, ignorando sus cualidades y habilidades intelectuales y personales y reduciéndolas a meros instrumentos para el deleite sexual de otra persona, añade elementos específicos a tener en cuenta en el proceso de recuperación emocional que es necesario evaluar y trabajar profundamente. 

La violencia sexual  afecta directamente a la víctima pero también a su entorno inmediato, a su comunidad e incluso al sistema de salud y de justicia, afectando entonces a TODA la sociedad. Supone una violación de los derechos humanos y un problema de desarrollo social.

Es importantísimo prevenir la violencia sexual desde la educación en igualdad en las escuelas, el empoderamiento de víctimas potenciales,  las campañas de sensibilización social y de educación sexual, desde el sistema penitenciario y de justicia, o incluso facilitando el acceso a la población general a medidas de protección y seguridad básicas.

Ante un  delito contra la libertad e indemnidad sexual es fundamental asistir a la víctima de forma integral, facilitarle a ella y a su entorno un espacio seguro en el que poder realizar un toma de decisiones consecuente,  así como disponer de asesoramiento profesional especializado que les facilite las pautas de actuación recomendables  o la información sobre sus derechos, el acceso a la justicia y a los servicios de salud.


Las medidas de prevención, la atención directa e indirecta, la asistencia especializada, la sensibilización social y profesional, la intervención o el asesoramiento son parte de la clave para abordar esta problemática tan desgarradora. Contamos con el apoyo institucional, con recursos y con campañas interesantísimas que enlazo a continuación para poder profundizar sobre el tratamiento o abordaje psicosocial.





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