En
ocasiones el ritmo de vida en el que
estamos inmersos, las exigencias del entorno y las que nos fijamos nosotros
mismos, dificultan que tomemos conciencia de quiénes somos, lo que deseamos y
los pasos que vamos dando día a día, de tal modo que puede que estemos
caminando en la dirección contraria a dónde queremos ir y por tanto nos estemos alejando en
realidad cada vez más de aquello que interiormente deseamos o querríamos
alcanzar.
Ante
una gestión ineficaz de un acontecimiento estresante, dramático o una pérdida
real o percibida en la que los recursos de los que disponemos no son
suficientes para salir adelante, podemos llegar a adentrarnos en un momento
vital crítico en el que dejamos de atender a lo externo y evaluamos intensamente
nuestras competencias y el entorno que nos rodea. El fallecimiento de un
familiar, la pérdida de un trabajo o no encontrarlo, el nacimiento de un hijo,
ser víctima de una agresión, una separación, una ruptura sentimental o
presenciar un desastre natural son algunas de las situaciones en las que generalmente
solemos pararnos a reflexionar en profundidad.
En
las crisis vitales se produce un desajuste tal que requiere nuestra absoluta
atención y dedicación para evaluar y re-evaluar las
pérdidas, los recursos de afrontamiento o los apoyos vitales tantas veces como
sea necesario para recuperar cierto equilibrio. Mirarnos al espejo con
valentía y reconocer nuestras debilidades y fortalezas, es un punto de inflexión
que posiblemente marcará un giro en la dirección mantenida hasta ese momento.
La conceptualización que hagamos de esta etapa crítica es crucial para la manera
en que la “vivenciemos”. Entender la crisis personal como una oportunidad para
el cambio, de crecimiento o como una forma de desarrollar nuestra autenticidad nos invita
a adoptar una actitud en la que maximizamos los beneficios y aumentamos la
probabilidad de superarla con éxito.
FOTO: http://mentirasmalcontadas.wordpress.com
Para
ello, para salir fortalecido de un momento vital crítico, es necesario vencer
la etapa inicial de incertidumbre e inseguridad, altamente cargada de pensamientos
paralizantes donde la culpa o los reproches personales se instalan sin ni
siquiera darnos cuenta. Sentirnos perdidos, solos, incomprendidos o
desafortunados forma parte del proceso y vencer estos estados emocionales puede dar paso a un análisis constructivo del momento en el
que nos encontramos. Sólo de este modo podremos tomar decisiones consecuentes
que puedan beneficiarnos no sólo a corto plazo, podremos comenzar a vislumbrar
qué queremos conservar de nosotros mismos, de lo que nos rodea o a qué personas
queremos seguir teniendo cerca. En definitiva qué queremos seguir llevando en
la mochila día a día.
En
este punto es cuando verdaderamente nos miramos en el espejo y podemos recomponernos tal y como queremos aquí y
ahora. Es cuando podemos asimilar nuestra historia pasada a pesar de que se
aleje de lo que hubiéramos deseado, aprender de ella, desaprender comandos en
los que se nos ha programado que ya no son útiles y aprender nuevas formas de
funcionamiento saludables. Sin duda es el momento de sacar conclusiones y
quedarnos con lo verdaderamente importante que guiará nuestra nueva toma de
decisiones y motivará la dirección que queramos tomar.
FOTO: http://www.enriquemonterroza.com
Saber
quién eres, lo que te gusta y lo que te encanta, lo que no quieres, lo que para
ti es negociable y lo que no, lo que deseas, a quién quieres, tus limitaciones,
tu zona de comodidad, lo que estás dispuesto a arriesgar, lo que te hace vibrar
o lo que te invita a sonreír, es fundamental para VIVIR. Tomar conciencia de ello es treméndamente importante porque variará según nuestro momento
vital o las circunstancias que nos rodean. Lo que en su momento fue útil y
efectivo puede que ya no lo sea y si no lo detectamos quizás estemos limitando nuestro
propio potencial.
Algunas
personas tienen un sentido innato o aprendido e interiorizado de lo que supone su existencia
y regularmente toman conciencia y no sólo analizan algunos de estos aspectos de un modo intenso en sus crisis
vitales. Otras, en cambio, se instalan en la comodidad y se mueven por patrones
fijos y difíciles de modificar, los cuales pudieron tener una funcionalidad en
el pasado pero permanecen sin ser re-evaluados ni adaptados al AQUÍ Y AHORA.
VIVIR
supone reconocer el dinamismo intrínseco que conlleva, así como la posibilidad
de que como personas cambiamos y disponemos regularmente de nueva información o
nuevos circunstancias que es importante considerar para modificar la hoja de ruta que nos acerque a
donde queremos llegar.
No olvidemos que, podemos empezar
de nuevo en cualquier momento, tantas veces como queramos. Tenemos la capacidad, como seres humanos, de “des-programarnos” y cambiar.
Me ha encantado! :-)
ResponderEliminar¡Me alegro mucho Nuria!
EliminarUn saludo