lunes, 15 de julio de 2013

SÍNDROME DE ADAPTACIÓN PARADÓJICA A LA VIOLENCIA: Una propuesta teórica de A. Montero.



¿Por qué una mujer víctima de violencia de género permanece junto a su agresor?, ¿Qué procesos psicológicos subyacen a dicha toma de decisiones?, ¿Cómo percibe el mundo que le rodea?, ¿Se encuentra en plenas facultades para poder decidir?, ¿Qué le impide salir y pedir ayuda?, ¿Qué le está sucediendo a una persona que en otras condiciones respondería de una forma mucho más eficaz?, ¿Estoy asumiendo que ante una agresión o acción violenta (de naturaleza física, psicológica o sexual) necesariamente va asociada una respuesta de huida o afrontamiento directo?, ¿Esto es realmente así?, ¿Mi estado emocional influye en la percepción que tengo de lo que me está sucediendo?...


Probablemente la mayoría se ha planteado en algún momento alguna de estas cuestiones, las ha llegado a debatir, e incluso ha escuchado diversas explicaciones en su entorno que van desde la más absoluta simplicidad a la complejidad que supone considerar infinidad de variables.  
Gran parte de las víctimas también se las ha planteado o lo hará en un futuro posiblemente.

Andrés Montero Gómez, perteneciente al Departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, presenta el SÍNDROME DE ADAPTACIÓN PARADÓJICA A LA VIOLENCIA como una propuesta teórica que responde muchas de estas preguntas .

El autor establece cierto paralelismo entre dicho síndrome y el de Estocolmo, y explica cómo muchas mujeres maltratadas  llegan a desarrollar unos vínculos afectivos fuertes hacia el agresor (Montero, 1999).

Siguiendo sus propias palabras, “entre los elementos que mantienen a la mujer en silencio sobre el maltrato que está sufriendo se encuentran diversos procesos paralizantes generados y mantenidos por el miedo, la percepción por la víctima de una ausencia de vías de salida de la situación de tortura, y la carencia de recursos alternativos”. Pretende explicar qué procesos psicológicos están en funcionamiento cuando paradójicamente la víctima de maltrato permanece junto a su agresor a pesar la situación de violencia que vive. Considera que el síndrome es un “mecanismo activo de adaptación habilitado para amortiguar y/o evitar la incidencia masiva de estresores amenazantes”.

“Una exposición constante al miedo propicia que los estados agudos de ansiedad se cronifiquen y pasen a generar cuadros depresivos. Dicho estado emocional junto al aislamiento provocan una nueva visión de lo que acontece muy distanciada del mundo seguro que la mujer percibía y conocía antes del maltrato, llegando perder la noción de la realidad que ya no reconoce. La ruptura del espacio de seguridad en su intimidad pasa a ser el eje de su desorientación sobre el que la incertidumbre sobre el futuro inmediato se instala. En este punto la mujer pierde la capacidad de anticipar adecuadamente las consecuencias de su propia conducta y cede cada vez más a la presión de un estado de sumisión y entrega que le garantiza  unas mínimas probabilidades de no errar en su comportamiento.

La incapacidad de la víctima para poner en práctica sus propios recursos u obtener ayuda externa propicia su adaptación progresiva , vinculando paradójicamente con su pareja violenta como la única fuente que percibe de acción efectiva sobre el entorno. Disocia las experiencias negativas de las positivas y se concentra en las últimas, asumiendo la parte de arrepentimiento de su agresor, sus deseos, motivaciones y excusas, llegando a modificar su propia identidad. La víctima desarrolla un nuevo modelo mental para explicar su situación. En ocasiones, la percepción de su propio espacio vital es similar a la de un cautivo”.


                                                                                                     FOTO: http://saludable.infobae.com


Sin duda, la DEPENDENCIA EMOCIONAL llega a ser un factor modulador fundamental que explica la paradoja de que la mujer se mantenga junto a su agresor. Dependencia generalmente desarrollada tras una etapa inicial de la relación  en la que no ha existido violencia claramente identificable por la víctima y donde se ha  consolidado rápidamente una visión idealizada de la pareja. El hecho de que la violencia se ejerza de modo intermitente y se den regularmente las fases de “luna de miel” favorece la desorientación y la pérdida de la noción de la realidad a la que hace mención Montero.
Dicho autor establece cuatro fases diferenciadoras en el proceso de adaptación (la fase desencadenante, la de reorientación, la de afrontamiento o coping y finalmente la de adaptación). Os recomiendo acudir a las referencia bibliográficas para profundizar sobre ellas en caso de que estéis interesados. Considero que es una de las aproximaciones más completas de entre las que podemos contar,  que indaga en los distintos procesos psicológicos de base que se activan en muchos de los casos de violencia de género.


Referencias bibliográficas:

MONTERO, A (2001) Síndrome de Adaptación Paradógica a la Violencia de Género Diario 16 - 8 de marzo 2001