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viernes, 31 de octubre de 2014

La insuficiencia del abordaje actual en Violencia de Género.


¿Qué más podemos hacer?, ¿son todas las medidas adoptadas de efectividad a largo plazo?, ¿las intervenciones actuales pueden mejorar?, ¿dónde se encuentran las mayores dificultades los técnicos que actúan de manera directa con esta problemática?, ¿qué necesidades siguen sin cubrirse?,¿cómo se aborda desde otros países?, ¿por qué siguen manteniéndose las cifras?…


Considerar la Violencia de Género como un problema social es relativamente reciente, tal y como señala Gracia en 2002. Lo cierto es que tras iniciarse el interés científico por este fenómeno tuvieron que pasar más de 20 años para que las organizaciones internacionales y algunos gobiernos lo consideraran un problema de salud pública y un verdadero abuso de los derechos humanos (American Medical Association 1994; Consejo Europeo 2002; OMS 2002, Lila 2010).

En 1995 la ONU plantea como objetivo prioritario la lucha contra la Violencia dirigida a las mujeres y en 1998 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara la violencia doméstica prioridad internacional para los servicios de salud. Ese mismo año, en 1998, España elabora el primer “Plan de acción contra la Violencia Doméstica” en el que considera la violencia doméstica como un problema de estado (Fernández et al., 2003) y algunos recursos públicos especializados en evaluación e intervención comienzan a abrir sus puertas.

En la actualidad contamos con medidas institucionales y profesionales, sociales, políticas, judiciales o policiales con el único fin de erradicar este tipo de violencia.

Lo cierto es que nos encontramos frente a una problemática de dimensión global que a pesar de las diversas medidas que se implementan mantiene una elevada incidencia, incluso en contra de lo que esperamos y deseamos en las generaciones más jóvenes. Éste es sin duda uno de los debates de primer orden planteado en los círculos profesionales y sociales hoy en día.

He tenido la oportunidad de conocer grandísimos profesionales implicados en combatir esta lacra desde diferentes frentes, siendo sus aportaciones, ilusiones y esperanzas de cambio fundamentales para alcanzar logros diarios. Pero no es suficiente, las cifras lamentablemente lo delatan y quienes trabajamos diariamente en esta área lo sabemos.

El abordaje actual cuenta con planes de prevención comunitarios y escolares, protocolos sanitarios que se activan ante una posible sospecha o certeza de que hay una situación de violencia de género, cuerpos y fuerzas de seguridad especializados que pueden actuar de oficio o que velan por la seguridad y protección de las víctimas, dispositivos electrónicos de protección, oficinas de asistencia a las víctimas, juzgados y fiscales especializados, juicios rápidos, centros de evaluación e intervención de urgencia, teléfonos de asistencia y asesoramiento, programas de intervención con hombres penados en centros penitenciarios (en España activos desde el año 2001), aquellos desarrollados como medidas penales alternativas a la prisión (para el supuesto de suspensión y el de sustitución de la pena privativa de libertad) o los del acceso voluntario y desarrollados en el contexto comunitario (en España ofrecidos por ONGs, Ayuntamientos o Comunidades Autónomas), prestaciones económicas específicas o red de centros de acogida de urgencia, entre muchos otros que amplían este breve enumeración.

Una vez más, NO ES SUFICIENTE. Así es.

En la medida en que estamos ante un problema social que produce un desajuste global del sistema personal, familiar y social se precisa de una respuesta a la problemática integral y técnicamente interdisciplinar que implica a una gran diversidad de organismos e instituciones y servicios.  

Se ha avanzado mucho en relativamente poco tiempo en este sentido si bien, desde mi punto de vista, valoro la necesidad de perfeccionar y dotar de los medios y recursos suficientes a cada uno de estos agentes de cambio que intervienen directamente con esta problemática. De este modo lo que ya se hace se podría hacer mucho mejor.

En segundo lugar, creo que es primordial revisar la burocracia actual vinculada a esta problemática con el fin de optimizar los procesos, reducir los tiempos y no duplicar o triplicar documentos con los mismos datos. Reducir la burocracia a lo estrictamente esencial supone ganar tiempo y esfuerzo que puede dedicarse a lo verdaderamente relevante.

En tercer lugar, considero que es fundamental articular una coordinación, entre todos los agentes que intervienen, real y mucho más efectiva que trascienda con creces las  comisiones puntuales, los intercambios de experiencias o los convenios de colaboración. A la vista está que no basta con las coordinaciones/comunicaciones existentes entre los diferentes agentes de cambio para que el engranaje funcione de forma efectiva tal y como potencialmente podría hacerlo. Cada uno aislada o estancadamente conoce una parcialidad del problema.
Sería conveniente que los diferentes organismos implicados, las propias consejerías (fundamentalmente sanidad, educación, justicia y bienestar social), ministerios, gobierno central o equipos de investigación trabajaran coordinadamente de forma fluida y rápida de tal modo que aumentara su capacidad de respuesta y se agilizaran los procedimientos  e intervenciones. Sin ninguna duda una pobre coordinación entre los existentes recursos implica pérdida de oportunidades de actuación o incluso pérdida de información determinante y clave para la adecuada resolución de algunos casos.
Considero fundamental pasar de la eminente verticalidad de los organismos y servicios donde la información trasciende entre elementos jerárquicos ascendentes o descendentes a una articulación más dinámica entre los diferentes recursos que intervienen, complementaria a la anterior, que permitiera una mayor flexibilidad y un acceso a la información más rápido.




¿Podría un organismo disponer de la información que otro organismo tiene para realizar una valoración de riesgo más completa (policía, unidades de valoración de víctimas,…)?, ¿podría bienestar social a través de programas de prevención acceder directamente a aquellos casos en los que educación detecta sistema de creencias y valores especialmente vulnerable?, ¿podría un equipo de investigación, de una universidad por ejemplo, acceder a la base de datos de un organismo público o disponer de una fuente activa de un servicio para realizar investigaciones con el fin de optimizar las intervenciones?, ¿podría un juzgado especializado en violencia de género considerar de forma excepcional el estado de la intervención terapéutica o del proceso de recuperación de una víctima para agilizar el proceso y evitar la re-victimización?,…

                                                     


                                                                                       FOTOS:http://culturadelalegalidad.org.mx/blog/educacion-social-y-educador-social/

Y en cuarto y último lugar, si estamos ante un problema social, que anteriormente se consideraba un problema privado, quizás concienciar a la familia y comunidad de la responsabilidad que tienen es una de las asignaturas pendientes que tenemos, ya que focalizando únicamente en la atención e intervención de la víctima (lógicamente absolutamente primordial) sin considerar la relevancia que tiene su entorno inmediato, o la intervención con el agresor, supone una intervención incompleta.



Lo cierto es que se hace mucho pero hay que hacer más y hacerlo mejor. Un análisis completo del abordaje actual (qué hacemos desde cada recurso, cómo lo hacemos y muy especialmente qué resultados obtenemos/índice de calidad) permitiría tomar conciencia de las duplicidades de servicios y de las lagunas que sin duda hay, así como sacar un mayor rendimiento del engranaje con el que contamos. Aprovechemos la voz y el buen hacer de los profesionales que día a día siguen plantando cara a esta barbarie, desde sus áreas de especialidad y a pie de campo, ya que seguramente son quienes primero detectan las insuficiencias del abordaje actual en su parcela profesional y a su vez quienes pueden ofrecer las propuestas más interesantes. Puede que escucharles sea la clave.




Bibliografía consultada:

-Echeburúa, E. y Corral, P. (1998). Manual de violencia familiar. Madrid: Siglo XXI
-Geldschläger, H., Beckmann, S., Jungnitz, L., Puchert, R., Stabingis, A. J., Dully, C., …
Schweier, S. (2010). Programas europeos de intervención para hombres que ejercen
violencia de género: panorámica y criterios de calidad. Intervención Psicosocial, 19,
181-190.
-Lila, M. (2009). Intervención con hombres penados por violencia contra la mujer: el
Programa Contexto. En F. Fariña, R. Arce y G. Buela-Casal (Eds.), Violencia de género.
Tratado psicológico y legal (pp. 210-220). Madrid: Biblioteca Nueva
-Lila, M., García, A. y Lorenzo, M. V. (2010). Manual de intervención con maltratadores.
Valencia: Servicio de Publicaciones de la Universidad


lunes, 15 de julio de 2013

SÍNDROME DE ADAPTACIÓN PARADÓJICA A LA VIOLENCIA: Una propuesta teórica de A. Montero.



¿Por qué una mujer víctima de violencia de género permanece junto a su agresor?, ¿Qué procesos psicológicos subyacen a dicha toma de decisiones?, ¿Cómo percibe el mundo que le rodea?, ¿Se encuentra en plenas facultades para poder decidir?, ¿Qué le impide salir y pedir ayuda?, ¿Qué le está sucediendo a una persona que en otras condiciones respondería de una forma mucho más eficaz?, ¿Estoy asumiendo que ante una agresión o acción violenta (de naturaleza física, psicológica o sexual) necesariamente va asociada una respuesta de huida o afrontamiento directo?, ¿Esto es realmente así?, ¿Mi estado emocional influye en la percepción que tengo de lo que me está sucediendo?...


Probablemente la mayoría se ha planteado en algún momento alguna de estas cuestiones, las ha llegado a debatir, e incluso ha escuchado diversas explicaciones en su entorno que van desde la más absoluta simplicidad a la complejidad que supone considerar infinidad de variables.  
Gran parte de las víctimas también se las ha planteado o lo hará en un futuro posiblemente.

Andrés Montero Gómez, perteneciente al Departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, presenta el SÍNDROME DE ADAPTACIÓN PARADÓJICA A LA VIOLENCIA como una propuesta teórica que responde muchas de estas preguntas .

El autor establece cierto paralelismo entre dicho síndrome y el de Estocolmo, y explica cómo muchas mujeres maltratadas  llegan a desarrollar unos vínculos afectivos fuertes hacia el agresor (Montero, 1999).

Siguiendo sus propias palabras, “entre los elementos que mantienen a la mujer en silencio sobre el maltrato que está sufriendo se encuentran diversos procesos paralizantes generados y mantenidos por el miedo, la percepción por la víctima de una ausencia de vías de salida de la situación de tortura, y la carencia de recursos alternativos”. Pretende explicar qué procesos psicológicos están en funcionamiento cuando paradójicamente la víctima de maltrato permanece junto a su agresor a pesar la situación de violencia que vive. Considera que el síndrome es un “mecanismo activo de adaptación habilitado para amortiguar y/o evitar la incidencia masiva de estresores amenazantes”.

“Una exposición constante al miedo propicia que los estados agudos de ansiedad se cronifiquen y pasen a generar cuadros depresivos. Dicho estado emocional junto al aislamiento provocan una nueva visión de lo que acontece muy distanciada del mundo seguro que la mujer percibía y conocía antes del maltrato, llegando perder la noción de la realidad que ya no reconoce. La ruptura del espacio de seguridad en su intimidad pasa a ser el eje de su desorientación sobre el que la incertidumbre sobre el futuro inmediato se instala. En este punto la mujer pierde la capacidad de anticipar adecuadamente las consecuencias de su propia conducta y cede cada vez más a la presión de un estado de sumisión y entrega que le garantiza  unas mínimas probabilidades de no errar en su comportamiento.

La incapacidad de la víctima para poner en práctica sus propios recursos u obtener ayuda externa propicia su adaptación progresiva , vinculando paradójicamente con su pareja violenta como la única fuente que percibe de acción efectiva sobre el entorno. Disocia las experiencias negativas de las positivas y se concentra en las últimas, asumiendo la parte de arrepentimiento de su agresor, sus deseos, motivaciones y excusas, llegando a modificar su propia identidad. La víctima desarrolla un nuevo modelo mental para explicar su situación. En ocasiones, la percepción de su propio espacio vital es similar a la de un cautivo”.


                                                                                                     FOTO: http://saludable.infobae.com


Sin duda, la DEPENDENCIA EMOCIONAL llega a ser un factor modulador fundamental que explica la paradoja de que la mujer se mantenga junto a su agresor. Dependencia generalmente desarrollada tras una etapa inicial de la relación  en la que no ha existido violencia claramente identificable por la víctima y donde se ha  consolidado rápidamente una visión idealizada de la pareja. El hecho de que la violencia se ejerza de modo intermitente y se den regularmente las fases de “luna de miel” favorece la desorientación y la pérdida de la noción de la realidad a la que hace mención Montero.
Dicho autor establece cuatro fases diferenciadoras en el proceso de adaptación (la fase desencadenante, la de reorientación, la de afrontamiento o coping y finalmente la de adaptación). Os recomiendo acudir a las referencia bibliográficas para profundizar sobre ellas en caso de que estéis interesados. Considero que es una de las aproximaciones más completas de entre las que podemos contar,  que indaga en los distintos procesos psicológicos de base que se activan en muchos de los casos de violencia de género.


Referencias bibliográficas:

MONTERO, A (2001) Síndrome de Adaptación Paradógica a la Violencia de Género Diario 16 - 8 de marzo 2001