Mostrando entradas con la etiqueta autoconcepto. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta autoconcepto. Mostrar todas las entradas

miércoles, 22 de febrero de 2017

Sobre el buen trato y el mal trato...


¿Quién te enseñó a tratar bien a los demás?

Cuando hago esta pregunta me suele llegar del otro sorpresa, desconcierto y a veces curiosidad. Al momento capto perfectamente como la persona que tengo delante bucea en su historia personal buscando su respuesta. Normalmente concluye con algo parecido a “mi familia, mis padres, profesores, la religión o la sociedad”. En ocasiones se reduce la respuesta a señalar personas concretas “mi abuelo, mi madre,…”, sin duda figuras de referencia con quienes ha establecido un vínculo afectivo especial, sus anclajes de arraigo personal.

En nuestra sociedad es más que evidente la tendencia en mayúsculas a educar en base al otro, lo cual no excluye necesariamente por sí mismo otras posibilidades. Lo que flota en el ambiente desde que se inicia el proceso de socialización es la importancia de respetar al otro, colaborar con el otro, escucharlo, apoyarlo, compartir, atenderlo, ayudarlo, cuidarlo, respetar su espacio y su ritmo, cuidar las formas para evitar la ofensa, validarlo, impulsarlo,… Desde la niñez se refuerza el buen trato hacia los demás, se premia y se alaba. Si tu comportamiento es prosocial serás aceptado y valorado por la mayoría. Es una forma eficaz de conseguir reconocimiento social y de validarte a ti mismo.

La siguiente pregunta que hago es:

¿Quién te enseñó a tratarte bien?

Percibo el impacto que produce y normalmente se suceden unos segundos de silencio. Lo que suelo encontrar es respuestas del tipo “nadie… yo mismo”. ¿No te parece cuanto menos curioso?

La forma de relación con los demás y con uno mismo se aprende y es susceptible de "desaprenderse" o "reaprenderse". Es posible el cambio.

                                                                                                                FOTO: https://www.lamenteesmaravillosa.es

Para algunas personas tratarse bien puede entrar en conflicto con no tratar bien a los demás porque interpretan el establecimiento de límites en sus relaciones como un descuido del otro por su parte y no toleran esa imagen de sí mismos. A veces hay miedo a que el otro se vaya o deje de quererlo si uno dice NO o atiende en primer lugar sus propias necesidades o apetencias. Cuando alguien percibe como incompatible tratarse bien y tratar bien al otro en alguna circunstancia, vivencia un conflicto interior que gestionará de un modo u otro según su estructura de creencias y su repertorio conductual.

Otras personas creen a pies juntillas que tratarse bien es ser egoísta y por ende es reprochable. Hay quien no cree tener derecho a primarse o quien antepone las necesidades de los demás (sacrificándose a sí mismo) porque refuerza de este modo su propia imagen o encuentra de esta forma un modo de sentirse necesario y útil (“el otro me necesita”). Sería algo así como creerse imprescindible para la otra persona, encubriéndose normalmente de este modo miedos propios y lamentablemente devolviéndole al otro una imagen de sí mismo empañada por la visión de contemplarlo como incapaz ("estoy aquí para hacer por ti lo que tú no puedes hacer"). En ocasiones alguien puede no tratarse bien porque se castiga a sí mismo o purga su culpa y en otras uno puede llegar a perderse a sí mismo en el afán por cuidar o atender a la otra persona arrastrado por emociones como la pena del otro.

¿Quién te enseñó a escucharte independientemente de la influencia del entorno, a leer las señales que tu cuerpo te da, a hablarte de forma amable y respetuosa, a reconocer tus emociones, darles voz y espacio, a cuidarte en su extensión más amplia (cuerpo, mente y espíritu), a impulsarte o a creer en ti y en que eres “capaz de”?

¿Quién te enseñó a conectar con lo que te hace sentir más auténtico, a validarte día a día y experiencia tras experiencia, a permitirte ejercer cada uno de tus derechos (expresar lo que piensas y sientes, cambiar de opinión, ser escuchado, ser amado,…), a exigir un trato digno, a no permitir abusos o a establecer límites personales para salvaguardar tu bienestar?

RespetarTE supone reconocerte y reconocer tu dignidad, aceptarte con tus luces y tus sombras, identificar tus necesidades y atenderlas, validarte desde la flexibilidad y amarte.

Las relaciones sanas necesariamente implican el buen trato hacia uno mismo y hacia el otro, hacia la individualidad, hacia lo que eres con el otro y el otro es contigo.

Analizar cómo te tratas y averiguar qué creencias o miedos impiden que no te trates bien, cuándo se activan y cómo sería tu vida sin justo lo que te limita, supone tomar conciencia de lo que ES y disponer de un punto de partida que te lleve donde quieres realmente ir.

El camino del autoconocimiento y del crecimiento personal es propio e individual y por ello sólo uno mismo puede recorrerlo. 

domingo, 17 de enero de 2016

¿Quién te enseñó a creer en ti mismo?: La importancia de rescatarte y reconquistar tu territorio personal


Si preguntamos a los niños qué quieren hacer con sus vidas, a qué quieren dedicarse profesionalmente o cómo se imaginan siendo más mayores, la gran mayoría nos contesta con ojos chispeantes rebosando ilusión y nos cuenta algunos de sus sueños para el mañana sintiéndose absolutamente capaces de conseguirlo, confiando en sus posibilidades de lograrlo y mostrándose seguros de sí mismos. Si les planteamos posibles obstáculos que puedan encontrarse se orientan a resolverlos de forma creativa identificándolos como salvables. Creen firmemente que su vida es suya y pueden conseguir lo que se propongan si se esfuerzan por ello. No limitan sus posibilidades y viven el presente con intensidad. Parece que la tendencia es verse a sí mismos como pilotos de su propia vida, como alguien que tiene capacidad de acción, decide, disfruta y avanza hacia su meta.

Piensa por unos minutos ¿QUIÉN TE ENSEÑÓ A CREER EN TI MISMO?. Quizás hubo alguien que te enseñó que en tu interior hay una gran reserva insospechada de fortaleza que emerge cada vez que crees que no puedes más,  tal vez tu esfuerzo dio sus frutos y sentiste la satisfacción personal de conquistar un objetivo muy deseado (¡lo lograste!), puede que hayas aprendido a escucharte y descifrarte, a seguir tu intuición y tu pasión, o a lo mejor alguien te hizo ver que cuando uno aparentemente no gana realmente aprende, por lo que las crisis, las piedras del camino o incluso las pérdidas son maravillosas oportunidades de crecimiento y autoconocimiento.


                                                                                                                            ILUSTRACIÓN: Eva Armisén


Lo cierto es que muchos de esos niños que todos fuimos en algún momento comienzan a anticipar ineficazmente consecuencias, adquieren miedos  irracionales que condicionan sus vidas, negocian con su libertad, dan más valor a la mirada del otro que a la propia, sienten que ya no tienen margen de maniobra para decidir autónomamente o pasan a conceptualizan el cambio como una catástrofe de efectos insospechados tendiendo a instalarse en la rutina y la relativa comodidad de la zona de confort vital.

Hemos creado una sociedad estática instalada en el ruido, en la que se valora el riesgo cero, en la que la artificialidad y lo homogéneo prevalece frente a lo auténtico y lo diverso, donde los días suelen ser tan parecidos que cuesta VIVIR en el anodino presente, carente de interés e  insustancial demasiadas veces. Nos preparamos para lo que llegará, soñamos con el día de mañana o esperamos las circunstancias adecuadas para generar un cambio. Pisamos asfalto, nos cercan edificios, vemos ficción, dejamos de intentarlo porque perdimos la confianza en lo posible, nos disfrazamos para dar nuestra mejor versión sin sentirla, estamos rodeados de gente que realmente no conocemos y mantenemos demasiadas conversaciones vacías en las que estamos desconectados. 


¿QUÉ HUBO DE AUTÉNTICO EN TU DÍA?

La evolución de la especie ha supuesto una involución en áreas esenciales, al menos las propias del ser, del espíritu individual. Comienza a ser sorprendente y excepcional que alguien valore y se sienta en armonía con el entorno natural, que la experiencia de un anciano sea considerada como referencia o que la esencia de las personas entre en comunión en sus relaciones.


¿En qué momento uno deja de creer en sí mismo, en sus potencialidades o en sus fortalezas?, ¿Cuándo uno llega a perderse a sí mismo al hacer grandes concesiones y renuncias descompensadas?, ¿Qué ha aprendido alguien que siente miedo a SER, a mostrarse tal y como es?, ¿Cómo la fuerza interior de la infancia deja paso a las inseguridades de la adultez?,...


Cada día decidimos infinidad de veces, tomamos decisiones continuamente. Con quién te relacionas, lo que expresas, dónde te diriges, las palabras con las que te comunicas contigo mismo, en qué dedicas tu tiempo, en qué se transforma tu energía o qué límites estableces en tus relaciones.


¿ES POSIBLE RESCATARTE Y RECONQUISTAR TU TERRITORIO PERSONAL? 

¡LO ES!


.TU ACTITUD ante la calma y la adversidad es un condicionante de la vivencia que experimentas

.El autoconocimiento de tus fortalezas y limitaciones te permite llegar a la aceptación y eliminar frustraciones y auto-desgastes

.La seguridad personal y creer en ti mismo te resitúa en el mapa de tu vida asumiendo el control, VIVIENDO

.El desarrollo de tu potencial te permite ser más tú, más auténtico día a día, liberándote de cadenas invisibles y monstruos imaginarios

.Permitirte fluir y gestionar adecuadamente la incertidumbre te recuerda que el presente es lo único en lo que puedes “accionar” y ser

.Respetarte a ti mismo, tu esencia y tu dignidad, recoloca al otro y bloquea sus interferencias





                                                                             ILUSTRACIÓN: estamalperosepuedempeorar



                                                                              ¡ES POSIBLE!



viernes, 16 de octubre de 2015

La conquista de la ACEPTACIÓN, sus tareas y resistencias


Si mentalmente te detienes por unos minutos e intentas analizar muy a groso modo cómo ha sido tu vida hasta este mismo instante encontrarás altos y bajos en el camino, etapas que recuerdas especialmente dulces y otras marcadas por acontecimientos o circunstancias que te han desestabilizado. Probablemente detectas situaciones o hechos vitales muy importantes que han condicionado tu crecimiento y desarrollo vital, algunos los valorarás de forma positiva y otros claramente de forma más negativa. En cualquier caso haber vivido cada uno de ellos te ha permitido llegar a ser tal y como eres en este preciso momento.


La aceptación de tu realidad, de quien eres, de lo vivido e incluso de lo no vivido pero a su vez especialmente deseado, es una conquista que te permite seguir avanzando y liberarte de miedos y emociones negativas que muchas veces dificultan e impiden que vivas de forma plena tu vida.

En ocasiones, de forma involuntaria y automática, puedes llegar a poner en marcha mecanismos de resistencia para afrontar una realidad que no te gusta y que no deseas conocer en un intento de “sobrevivir” a una circunstancia que amenazaría tu sistema de creencias, la imagen que tienes de ti mismo o de los demás o tu propio equilibrio personal. Algunas de las estrategias  que empleamos para protegernos frente a lo desagradable son:


-Minimizar los efectos que se están produciendo: “no es para tanto”, “ha ocurrido muy pocas veces”,…

-Normalizar la situación y los efectos adversos: “le pasa a mucha gente”, “esto es bastante normal en esta sociedad”,…

-Justificar la conducta: “no tiene importancia porque en el fondo lo hace porque me quiere”, “estaba muy nerviosa, no pasa nada”, “con la situación personal tan complicada que hay es lógico”,…

-Disociar/separar/dividir la realidad y atender únicamente a la parte que encaja con tus expectativas o lo que a ti te gustaría (auto-engaño): “él me quiere porque me lo ha dicho y pasamos una tarde estupenda”- “pero, vi que te empujó y te insultó cuando ibais hacia el coche”- “ah! No, sólo fue un malentendido! Estamos muy bien, estuvo muy cariñoso esa tarde”.

-Negar la realidad o parte de ella, postergando el impacto que tendría asumir lo real. 
Puede haber un rechazo total a admitir lo que está ocurriendo  llegando a negarte a escuchar algo que no quieres:  “mi familia SIEMPRE está cuando la necesito”, “mis hijos son PERFECTOS”, “mi vida es PERFECTA”, “voy a conseguir TODO lo que me proponga”, “mis padres SIEMPRE saben qué es lo mejor para mi”, …

-Esfuerzos constantes y persistentes por intentar cambiar tu realidad o la de otra persona asumiendo que tienes control sobre ella y puedes conseguirlo. Esta estrategia de resistencia supone un gran desgaste personal, genera sentimientos de frustración cuando no consigues lo que quieres e impide que tu esfuerzo se dirija hacia aquello que sí depende de ti.

-Distorsionar/disfrazar la realidad, fantaseando o creando una ilusión paralela en la que exageras tus cualidades o las de los demás.

-Negociar con la realidad: Parte del pensamiento mágico y más primitivo, implica buscar una solución desde la desesperación en muchas ocasiones y supone defenderte para evitar aquello que no aceptas. “Vamos a pactar, yo haré un esfuerzo con esto y esta situación mejorará”

-Ironizar, utilizar el humor o el sarcasmo de forma exagerada o desmesurada para desdramatizar y aliviar el malestar sin permitirte mostrar tu vulnerabilidad.


                                                                         FOTO: google imágenes


En el proceso hacia la aceptación puedes llegar a sentir enfado, angustia emocional, rabia, culpa o ira hacia ti mismo o hacia los demás (“no es justo”, “¿por qué me sucede esto a mi?”, “yo podría haber hecho algo”,…) o en otra fase del camino experimentar dolor emocional y una profunda tristeza (“no sirve de nada que haga algo”, “ no tiene sentido la vida”,…). Se trata de avanzar pasando por diferentes fases que te lleven a la aceptación sin experimentar emociones intensas desagradables que te bloqueen y alejen de la realidad.

Lindenmann , Brown y Schulz plantearon una secuencia resumen de las fases más importantes para la elaboración del duelo y partiendo de su aportación considero que se desprenden básicamente cuatro tareas que componen el proceso hacia la aceptación.

-1-Ver,  admitir y tomar conciencia de la realidad tal y como es y de las
 consecuencias de ésta que hay en ti y en los demás
-2-Experimentar la realidad
-3-Sentir el dolor y todas las emociones, permitiendo que fluyan
 canalizándolas adecuadamente.
-4-Nueva adaptación a la realidad (readaptación) tras asumir lo
inevitable y decidir conscientemente tu nueva postura ante ésta.


Así pues, la aceptación se conquista cuando has elaborado la perdida de aquello que no fue, no es o de lo que no será, cuando admites que lo que deseabas o quisieras no es posible y no puedes cambiarlo por ti mismo. Hay un cambio de visión de la situación y una orientación hacia el presente y el futuro permitiendo la transformación de ti mismo o de tu vida.


Cuando aceptas, asumes sin oposición la imperfección, las limitaciones propias o de los otros, las carencias y lo inevitable. Es entonces cuando lo que piensas, verbalizas y sientes tiene una mayor correspondencia y puedes gestionar saludablemente tus emociones, predominando la serenidad y la satisfacción personal por haber conseguido integrar en tu vida lo vivido, reorganizarte interiormente y poder reorientarte de nuevo con un mayor sentimiento de autenticidad. Predominan pensamientos del tipo “esto no depende de mí”, "es lo que hay", "no puedo cambiarlo", “pasará”, “no puedo luchar contra esto pero sí puedo prepararme para afrontarlo de la mejor manera posible”, “siento que he crecido con esta experiencia”,…


Muchos problemas emocionales y desajustes vitales se asientan en la no aceptación pudiendo llegar a quedarse uno instalado durante más tiempo del esperado en alguna de sus fases. Otros pueden derivarse a su vez de haber decidido conformarse aceptando como válido en la vida algo que globalmente no se desea pero que en cambio ofrece una ganancia asociada secundaria, o que incluso dependiendo de uno para cambiarse acaba no considerándose por el gran esfuerzo que cree que supondría hacerlo o por la valoración de escasa probabilidad de conseguir ese cambio. Supondría entonces conformarse porque se valora que costaría mucho alcanzar lo que realmente se desea, se cree que no se conseguiría o compensa por otro lado dejar las cosas como están. En cualquier caso, no asumir de modo consciente la realidad y sus consecuencias asociadas supone no disponer de la base necesaria para poder decidir en consecuencia la postura que uno quiere adoptar al respecto, implicando una probable pérdida de identidad y de autenticidad.


Es muy importante, por tanto, que cuando algo te genere malestar te detengas, analices lo que está ocurriendo y honestamente valores si depende de ti cambiarlo. En caso de que no seas un agente con posibilidad de transformar esa realidad te encontrarás ante un proceso de aceptación de la misma y con una oportunidad de crecimiento y autoconocimiento personal. Si en cambio determinas que sí puedes actuar y cambiar lo que no deseas es el momento de diseñar un plan de acción para conseguir tus objetivos, motivarte y asumir el control y la responsabilidad de luchar por lo que quieres en tu vida permitiéndote sentir satisfecho contigo mismo.





Fuentes consultadas:
.Modelo Kübler-Ross: Kubler-Ross, E.: On death and dying. Nueva York: Routledge, 1973
.Modelo Lindenmann , Brown y  Schulz: 
            https://es.wikipedia.org/wiki/Duelo_(psicolog%C3%ADa)
.http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2007471914703783

miércoles, 29 de abril de 2015

La importancia del AUTOCONCEPTO AJUSTADO: Cuando me miro en el espejo y no me gusta lo que veo


Personas divertidas  que se consideran pesadas, atractivas que se sienten feas, sensibles que se identifican como lloronas y descontroladas, afortunadas que se ven desdichadas, inteligentes que se perciben incompetentes, creativas que se consideran estúpidas, habilidosas que se creen torpes,…



En ocasiones nos miramos al espejo y no nos gusta lo que vemos, anhelamos otro aspecto, una actitud distinta, un rasgo o un cuerpo diferente. A casi todos nos ha podido suceder algo similar alguna vez.

Podemos desear que sean los demás los que nos den la seguridad que no encontramos en nosotros mismos, dar mucho más valor a la mirada de los otros o avergonzarnos porque quizás no sintamos que estamos a la hipotética altura de las circunstancias.

Hay quienes finalmente dejan de mirarse en el espejo para no verse,  huyen sistemáticamente de sí mismos o se esfuerzan por ser quienes no son aparentando e imitando a otros. Algunos llegan a esconderse detrás de jornadas laborales interminables, otros dejan de relacionarse y se aíslan o bien proyectan sus frustraciones en quienes les rodean. 


                                                                                             FOTO: http://emocionesysentimientos.com/2008/05/07/quien-soy-yo/
                                                                                       

La desconexión de/con la realidad, la sensación de extrañeza hacia uno mismo, el desanimo, la tristeza, la sintomatología ansiosa o la progresiva pérdida de identidad (¿quién soy?, ¿qué me gusta?,…) suponen en ocasiones un punto de inflexión para uno mismo o para alguien cercano que llega a la conclusión de que quizás algo no va bien.

Focalizar desmesuradamente en lo que no me gusta o lo que no consigo puede nublar la visión de lo que sí me gusta o tolero de mí mismo, de mis logros y de lo que puedo conseguir. Puede que llevemos puestas unas gafas sucias o empañadas sin ser conscientes de ello, y creamos ver la realidad completa cuando realmente sólo estemos alcanzando a ver parte de ella. En estos casos no se trata de la imagen que se refleja en el espejo sino más bien de lo que el que mira percibe e interpreta.



                                                                                    FOTO: http://maestrosdelpoker.com/jugar-al-poker-percepcion-distorsionada/

                                                                                          
Sabemos que objetivamente  un error no nos define como personas ni un aspecto específico de nuestra personalidad, imagen corporal o actitud  tampoco. Por tanto, sobredimensionar o maximizar algo concreto de nosotros mismos que no nos gusta o que nos incomoda, puede llegar a convertirse en una idea obsesiva de la que cada vez nos cueste más desprendernos ya que poco a poco se puede ir instalando en nuestro pensamiento. Asumir que algo determinado delimita la totalidad de lo que soy implica cometer un sesgo de autopercepción importante y por ello es fundamental identificarlo para trabajarlo, reducir la intensidad de sus efectos o eliminarlo.

En estos casos, el autoconcepto (la imagen que cada uno tiene de sí mismo) se empobrece y se desajusta llegándonos a  jugar una mala pasada al condicionar enormemente otras áreas vitales, ya que sin duda lo que piense de mí mismo va a influir inevitablemente  en la estima que me tenga, en el modo de observar la realidad, de gestionar las emociones o situaciones y de relacionarme.


Tomar conciencia de que la imagen que se proyecta y veo reflejada cuando me miro pueda estar distorsionada supone comenzar a caminar por la senda del autodescubrimiento y la aceptación de uno mismo con las limitaciones, fortalezas y potencialidades inherentes a la propia existencia. Sólo aquello que dependa de mí total o parcialmente podré cambiarlo en alguna medida, ya que tengo la posibilidad de generar cambios importantes en mi sistema personal dentro mi propio radio de acción.

Es fundamental para mantener nuestro bienestar físico y psicológico disponer de un autoconcepto (lo que sé de mí mismo) adecuado y ajustado con la realidad, base fundamental para desarrollar una autoestima (lo que siento por mí mismo) positiva.