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miércoles, 22 de febrero de 2017

Sobre el buen trato y el mal trato...


¿Quién te enseñó a tratar bien a los demás?

Cuando hago esta pregunta me suele llegar del otro sorpresa, desconcierto y a veces curiosidad. Al momento capto perfectamente como la persona que tengo delante bucea en su historia personal buscando su respuesta. Normalmente concluye con algo parecido a “mi familia, mis padres, profesores, la religión o la sociedad”. En ocasiones se reduce la respuesta a señalar personas concretas “mi abuelo, mi madre,…”, sin duda figuras de referencia con quienes ha establecido un vínculo afectivo especial, sus anclajes de arraigo personal.

En nuestra sociedad es más que evidente la tendencia en mayúsculas a educar en base al otro, lo cual no excluye necesariamente por sí mismo otras posibilidades. Lo que flota en el ambiente desde que se inicia el proceso de socialización es la importancia de respetar al otro, colaborar con el otro, escucharlo, apoyarlo, compartir, atenderlo, ayudarlo, cuidarlo, respetar su espacio y su ritmo, cuidar las formas para evitar la ofensa, validarlo, impulsarlo,… Desde la niñez se refuerza el buen trato hacia los demás, se premia y se alaba. Si tu comportamiento es prosocial serás aceptado y valorado por la mayoría. Es una forma eficaz de conseguir reconocimiento social y de validarte a ti mismo.

La siguiente pregunta que hago es:

¿Quién te enseñó a tratarte bien?

Percibo el impacto que produce y normalmente se suceden unos segundos de silencio. Lo que suelo encontrar es respuestas del tipo “nadie… yo mismo”. ¿No te parece cuanto menos curioso?

La forma de relación con los demás y con uno mismo se aprende y es susceptible de "desaprenderse" o "reaprenderse". Es posible el cambio.

                                                                                                                FOTO: https://www.lamenteesmaravillosa.es

Para algunas personas tratarse bien puede entrar en conflicto con no tratar bien a los demás porque interpretan el establecimiento de límites en sus relaciones como un descuido del otro por su parte y no toleran esa imagen de sí mismos. A veces hay miedo a que el otro se vaya o deje de quererlo si uno dice NO o atiende en primer lugar sus propias necesidades o apetencias. Cuando alguien percibe como incompatible tratarse bien y tratar bien al otro en alguna circunstancia, vivencia un conflicto interior que gestionará de un modo u otro según su estructura de creencias y su repertorio conductual.

Otras personas creen a pies juntillas que tratarse bien es ser egoísta y por ende es reprochable. Hay quien no cree tener derecho a primarse o quien antepone las necesidades de los demás (sacrificándose a sí mismo) porque refuerza de este modo su propia imagen o encuentra de esta forma un modo de sentirse necesario y útil (“el otro me necesita”). Sería algo así como creerse imprescindible para la otra persona, encubriéndose normalmente de este modo miedos propios y lamentablemente devolviéndole al otro una imagen de sí mismo empañada por la visión de contemplarlo como incapaz ("estoy aquí para hacer por ti lo que tú no puedes hacer"). En ocasiones alguien puede no tratarse bien porque se castiga a sí mismo o purga su culpa y en otras uno puede llegar a perderse a sí mismo en el afán por cuidar o atender a la otra persona arrastrado por emociones como la pena del otro.

¿Quién te enseñó a escucharte independientemente de la influencia del entorno, a leer las señales que tu cuerpo te da, a hablarte de forma amable y respetuosa, a reconocer tus emociones, darles voz y espacio, a cuidarte en su extensión más amplia (cuerpo, mente y espíritu), a impulsarte o a creer en ti y en que eres “capaz de”?

¿Quién te enseñó a conectar con lo que te hace sentir más auténtico, a validarte día a día y experiencia tras experiencia, a permitirte ejercer cada uno de tus derechos (expresar lo que piensas y sientes, cambiar de opinión, ser escuchado, ser amado,…), a exigir un trato digno, a no permitir abusos o a establecer límites personales para salvaguardar tu bienestar?

RespetarTE supone reconocerte y reconocer tu dignidad, aceptarte con tus luces y tus sombras, identificar tus necesidades y atenderlas, validarte desde la flexibilidad y amarte.

Las relaciones sanas necesariamente implican el buen trato hacia uno mismo y hacia el otro, hacia la individualidad, hacia lo que eres con el otro y el otro es contigo.

Analizar cómo te tratas y averiguar qué creencias o miedos impiden que no te trates bien, cuándo se activan y cómo sería tu vida sin justo lo que te limita, supone tomar conciencia de lo que ES y disponer de un punto de partida que te lleve donde quieres realmente ir.

El camino del autoconocimiento y del crecimiento personal es propio e individual y por ello sólo uno mismo puede recorrerlo. 

domingo, 25 de septiembre de 2016

“CUANDO EL CAMBIO LLEGA Y NO PUEDO ESCAPAR DE ÉL”

Detente y echa un vistazo hacia atrás, a tu vida y concretamente a cómo has tendido a posicionarte ante las dificultades y los cambios. Es una forma sencilla de saber de ti.

La educación que hemos recibido, los contextos en los que nos hemos desarrollado, las experiencias vitales o el carácter pueden condicionar de algún modo la forma en que percibimos e interpretamos el mundo y cómo nos colocamos ante la adversidad, los desequilibrios o los desajustes propios de la existencia, esos momentos en los que te sientes desordenado o con tu mundo del revés.

El cambio y la transformación personal forman parte del crecimiento interior y estamos diseñados para abordarlos con eficacia. En ocasiones nosotros mismos nos boicoteamos y dificultamos el paso a otras etapas de nuestra vida y nos instalamos en dinámicas de sufrimiento.
A veces llega el cambio y no podemos escapar de él, no podemos escapar de la incomodidad.

Lo cierto es que tendemos a buscar la estabilidad y cuando algo la amenaza se activan las señales de alarma. Algunas personas se resisten a aceptar la ruptura del equilibrio y hacen caso omiso a los indicadores llegando a tener una vida insatisfactoria primando conservar lo que les es conocido a pesar de que no se sienten plenos. Otras personas actúan, se reajustan y se reinventan con relativa facilidad esforzándose por conseguir reconquistar su bienestar.

FOTO:http://leticiabrando.com/afrontando-los-cambios-2/



¿Qué influye en el modo en que afrontamos los posibles grandes cambios vitales?

1-Las creencias asociadas a la situación o, dicho de otro modo, los pensamientos de base relacionados con lo que te está sucediendo pueden invitarte a continuar o a detenerte y bloquearte. El grado de tolerancia hacia lo nuevo que sucede, lo que piensas sobre ti mismo y los otros, lo que “está bien” y lo que “está mal” según tus parámetros y los de tu entorno inmediato condicionan el modo en que conceptualizas lo que te está ocurriendo.

2-La percepción de control que tengas sobre la situación es importante porque en función de ella decides y actúas. Si consideras que algo depende de ti en gran parte harás por intervenir, mientras que si partes de que no puedes cambiar la situación tenderás a inmovilizarme y esperar.  La percepción es subjetiva y puede estar desajustada con la realidad por lo que analizarla puede dar la clave para ahorrar energías y emplearlas de forma eficaz.

3-El pensamiento rígido o flexible obstaculiza o facilita la generación de alternativas o “buenas soluciones”. Si tiendes a pensar que hay una única “forma de hacer” cuando ésta no sea viable o te genere malestar te resistirás a cambiarla, mientras que si tiendes a flexibilizar y tolerar otras opciones como posibles o válidas caminarás en otra dirección desde la serenidad y la aceptación.

4-El resultado del balance personal general que haces sobre lo que está ocurriendo depende de la percepción de pérdida y ganancia. En los momentos críticos eres consciente de que algo dejó de estar de un modo determinado si bien desconoces como restaurarás el equilibrio. Es importante dejar ir, soltar o liberar lo que fue para que puedas avanzar y construir algo nuevo, algo que encaje con lo que sientes profundamente en el aquí y ahora y que sea honesto contigo.

5-Las emociones asociadas a los procesos de cambio en las etapas iniciales suelen generar malestar, para poco a poco dejar paso a la convivencia de las emociones positivas y negativas de forma intercalada. De “todos los días “malos” pasas a tener algunos ratos de calma o cierto disfrute, justo cuando comienzas a visualizar ciertas ganancias de la transformación. Todo este proceso de incertidumbre está vinculado a las habilidades que tengas en la gestión emocional siendo el cambio un promotor del aprendizaje sobre ti mismo, tus estrategias de afrontamiento y la propia vida.

6-Los miedos a perder, a no ganar, a dañar, al rechazo, a no alcanzar tus objetivos, a perderte o a sufrir se pueden disparar y hacerse grandes. En ocasiones se hacen tan grandes que pueden llevarte a no ser justo contigo mismo y no asumir el riesgo intrínseco que conlleva ser auténtico y VIVIR.

7-El apoyo y el grado de aceptación que percibes puede influir en menor o mayor medida en la forma en que te posicionas ante lo que te ocurre. De ahí la importancia de rodearte de personas impulsoras que acolchen y amortigüen el impacto de la propia sensación de vértigo inicial y posterior desequilibrio.

8-Ante la adversidad o el desajuste puedes instalarte en el peligroso papel de víctima o en el de verdugo/juzgador. El primero se caracteriza por colocarte en una posición de padecimiento, vulnerabilidad, incapacidad  y negatividad. La responsabilidad se deposita en lo externo. Puedes sentir pena o lástima por ti mismo, no creer en tus capacidades o posibilidades o pensar que la vida te está castigando de algún modo o la mala suerte se ha cebado contigo. En el segundo, en el papel del verdugo, predomina una actitud excesivamente crítica contigo mismo o con los demás en la que te muestras intransigente y juzgador del bien y el mal impartiendo “justicia”, viendo el blanco o el negro únicamente y no considerando la gama de grises.

9-Conocer el proceso de cambio interior y transformación, sus fases o incluso haber salido airoso de procesos previos vividos proporciona cierta serenidad y facilita que las emociones fluctúen en intensidades moderadas evitando entrar en pánico.

10-Escucharte, conocerte y atender las señales propias y externas te invitan a conectar con tu fuerza interior y creer en la posibilidad de que fluir te acerca a  tu esencia personal.



Socialmente nos preparan para lo estable, lo normativo y el disfrute de la emoción positiva, pero lo cierto es que la inestabilidad, la diferencia y diversidad o el malestar es vivenciado por todas las personas. Generalmente aprendemos a gestionarnos en el devenir de la vida y descubrimos que ambas formas se entremezclan y conviven con nosotros. Periodos de calma y periodos de tempestad, ambos necesarios para valorar uno y otro, para crecer, para ser y estar de un modo de genuino. 

FOTO: http://www.cambiandoelrumbo.com/index.php/herramientas-para-el-cambio/

domingo, 17 de enero de 2016

¿Quién te enseñó a creer en ti mismo?: La importancia de rescatarte y reconquistar tu territorio personal


Si preguntamos a los niños qué quieren hacer con sus vidas, a qué quieren dedicarse profesionalmente o cómo se imaginan siendo más mayores, la gran mayoría nos contesta con ojos chispeantes rebosando ilusión y nos cuenta algunos de sus sueños para el mañana sintiéndose absolutamente capaces de conseguirlo, confiando en sus posibilidades de lograrlo y mostrándose seguros de sí mismos. Si les planteamos posibles obstáculos que puedan encontrarse se orientan a resolverlos de forma creativa identificándolos como salvables. Creen firmemente que su vida es suya y pueden conseguir lo que se propongan si se esfuerzan por ello. No limitan sus posibilidades y viven el presente con intensidad. Parece que la tendencia es verse a sí mismos como pilotos de su propia vida, como alguien que tiene capacidad de acción, decide, disfruta y avanza hacia su meta.

Piensa por unos minutos ¿QUIÉN TE ENSEÑÓ A CREER EN TI MISMO?. Quizás hubo alguien que te enseñó que en tu interior hay una gran reserva insospechada de fortaleza que emerge cada vez que crees que no puedes más,  tal vez tu esfuerzo dio sus frutos y sentiste la satisfacción personal de conquistar un objetivo muy deseado (¡lo lograste!), puede que hayas aprendido a escucharte y descifrarte, a seguir tu intuición y tu pasión, o a lo mejor alguien te hizo ver que cuando uno aparentemente no gana realmente aprende, por lo que las crisis, las piedras del camino o incluso las pérdidas son maravillosas oportunidades de crecimiento y autoconocimiento.


                                                                                                                            ILUSTRACIÓN: Eva Armisén


Lo cierto es que muchos de esos niños que todos fuimos en algún momento comienzan a anticipar ineficazmente consecuencias, adquieren miedos  irracionales que condicionan sus vidas, negocian con su libertad, dan más valor a la mirada del otro que a la propia, sienten que ya no tienen margen de maniobra para decidir autónomamente o pasan a conceptualizan el cambio como una catástrofe de efectos insospechados tendiendo a instalarse en la rutina y la relativa comodidad de la zona de confort vital.

Hemos creado una sociedad estática instalada en el ruido, en la que se valora el riesgo cero, en la que la artificialidad y lo homogéneo prevalece frente a lo auténtico y lo diverso, donde los días suelen ser tan parecidos que cuesta VIVIR en el anodino presente, carente de interés e  insustancial demasiadas veces. Nos preparamos para lo que llegará, soñamos con el día de mañana o esperamos las circunstancias adecuadas para generar un cambio. Pisamos asfalto, nos cercan edificios, vemos ficción, dejamos de intentarlo porque perdimos la confianza en lo posible, nos disfrazamos para dar nuestra mejor versión sin sentirla, estamos rodeados de gente que realmente no conocemos y mantenemos demasiadas conversaciones vacías en las que estamos desconectados. 


¿QUÉ HUBO DE AUTÉNTICO EN TU DÍA?

La evolución de la especie ha supuesto una involución en áreas esenciales, al menos las propias del ser, del espíritu individual. Comienza a ser sorprendente y excepcional que alguien valore y se sienta en armonía con el entorno natural, que la experiencia de un anciano sea considerada como referencia o que la esencia de las personas entre en comunión en sus relaciones.


¿En qué momento uno deja de creer en sí mismo, en sus potencialidades o en sus fortalezas?, ¿Cuándo uno llega a perderse a sí mismo al hacer grandes concesiones y renuncias descompensadas?, ¿Qué ha aprendido alguien que siente miedo a SER, a mostrarse tal y como es?, ¿Cómo la fuerza interior de la infancia deja paso a las inseguridades de la adultez?,...


Cada día decidimos infinidad de veces, tomamos decisiones continuamente. Con quién te relacionas, lo que expresas, dónde te diriges, las palabras con las que te comunicas contigo mismo, en qué dedicas tu tiempo, en qué se transforma tu energía o qué límites estableces en tus relaciones.


¿ES POSIBLE RESCATARTE Y RECONQUISTAR TU TERRITORIO PERSONAL? 

¡LO ES!


.TU ACTITUD ante la calma y la adversidad es un condicionante de la vivencia que experimentas

.El autoconocimiento de tus fortalezas y limitaciones te permite llegar a la aceptación y eliminar frustraciones y auto-desgastes

.La seguridad personal y creer en ti mismo te resitúa en el mapa de tu vida asumiendo el control, VIVIENDO

.El desarrollo de tu potencial te permite ser más tú, más auténtico día a día, liberándote de cadenas invisibles y monstruos imaginarios

.Permitirte fluir y gestionar adecuadamente la incertidumbre te recuerda que el presente es lo único en lo que puedes “accionar” y ser

.Respetarte a ti mismo, tu esencia y tu dignidad, recoloca al otro y bloquea sus interferencias





                                                                             ILUSTRACIÓN: estamalperosepuedempeorar



                                                                              ¡ES POSIBLE!



domingo, 28 de junio de 2015

Cuando me siento desbordado y de pronto CONECTO


En ocasiones las circunstancias, y especialmente la percepción e interpretación que hacemos de lo que nos rodea, sobrepasan nuestros recursos personales de afrontamiento. Es entonces cuando nos sentimos desbordados, invadidos por la emoción y con baja sensación de control sobre la situación. En estos casos disminuye la fluidez y claridad de nuestro pensamiento, nos sentimos confusos, baja la concentración y la atención, nos cuesta distraernos, aparecen  ideas recurrentes sobre lo que nos preocupa que nos cuesta dejar a un lado, estamos más inactivos, baja nuestro nivel habitual de energía y puede alterarse el apetito, la digestión o el sueño. Emocionalmente en estos casos solemos encontrarnos hipersensibles, tristes o irritables, tendemos a aislarnos, disminuye la capacidad de disfrute y  perdemos interés por actividades que solían gustarnos.

Sin duda necesitamos un tiempo para reubicarnos, analizar qué está sucediendo, qué podemos hacer, asimilar la realidad, aceptarla y orientarnos hacia la toma de  decisiones al respecto.

        -  ¿Cuánto tiempo? Depende.

       - ¿De qué depende? De lo que haya dado lugar al desajuste que percibimos, de nosotros mismos, de nuestras habilidades y capacidades, de nuestros apoyos,.., y de lo que hacemos día a día para gestionar la situación, NUESTROS PENSAMIENTOS Y NUESTRA CONDUCTA.



                                                                      FOTO: http://tedeletras.blogspot.com.es/2010_05_01_archive.html


Sabemos que ante una misma situación la vivencia de las personas varía según ciertos rasgos que presenten, si tienden al optimismo o no, si son personas seguras de sí mismas, si presentan una autoestima ajustada, si son más o menos resolutivas, si disponen de una adecuada capacidad de análisis, si son empáticas o si disponen de recursos alternativos de gestión emocional por ejemplo.

En cualquier caso, en mayor o en menor medida, todos vivimos momentos de incertidumbre, de desajustes vitales o de “incomodidad emocional” y por ello es importante tomar perspectiva, intentar distanciarnos en la medida de lo posible para recuperar cierta objetividad dentro de la subjetividad y tomar conciencia de LO RELATIVO. Precisamente se trata de darnos cuenta de que lo que nos está sucediendo no es la único que nos está sucediendo en la vida, que seguimos siendo afortunados por otras muchas cosas y que somos mucho más que aquello que nos preocupa y consume. 

Conectar con lo que soy en su sentido más amplio, con lo que me hace sentir más yo mismo, con mi autenticidad, con mi lado más íntimo y personal, con lo que me gusta y con lo que no me gusta tanto, es sencillo y tremendamente complicado a la vez sin duda. Se trata de conectar con uno mismo, con nuestros sentidos, con lo que sucede mientras me aíslo  y tomar conciencia de que formo parte de algo grandioso que es la vida en constante movimiento porque de este modo puedo comenzar a ver y observar con mayor perspectiva.


            FOTO: google imágenes

Cada persona tiene su propia “forma de conectar” y a medida que vive  y experimenta va modificándola, reemplazando formas obsoletas o incorporando otras nuevas.  


                                                                                                     FOTO:https://djxhemary.wordpress.com/



Hoy os invito a poneros a prueba... ¿De qué modo CONECTAS tú?




Te miras al espejo, te detienes en tu mirada… y conectas.

Sales a pasear, observas el entorno, te fijas en las sensaciones que tu cuerpo te transmite al entrar en contacto con el aire, el sol o la lluvia… y conectas

Caminas  y centras tu atención en la media y larga distancia que alcanzas a ver y de pronto tomas conciencia del techo visual, del color del cielo y sus nubes, de la luna o de las estrellas… y conectas.

Ese momento en el que crees que no puedes continuar pero te esfuerzas un poco más concentrado en tu afán de superación… y conectas

Escuchas esa canción en ese momento… y conectas

Alguien pronuncia esas palabras que de pronto encienden la luz cuando estás a oscuras… y conectas

Detectas en otros un instante de ternura, humanidad o dolor, se eriza tu piel… y conectas

Te encuentras ante la inmensidad de lo natural, en lo alto de la montaña, a la orilla del mar o ante el silencio urbano… y conectas

Echas de menos, tomas conciencia de las ausencias, adviertes tu fragilidad… y conectas

Te permites experimentar algo nuevo y distinto, sientes que arriesgas… y conectas

Te sientes frustrado, incómodo o impotente… y conectas

Algo ha cambiado en ti, no sientes del mismo modo, no encajas en el mismo lugar… y conectas

Te rozan, permites el contacto de otra piel, fijas tu atención… y conectas

Saboreas, cierras los ojos, quieres apresar esa sensación… y conectas

Percibes el olor, recuerdas a esa persona, aquel momento o  aquel lugar… y conectas

Llueve, te empapas, entras al mar caminando, te sumerges,… y conectas

Frente a  ti y tras de ti ese lugar en el que tomas conciencia de la magnitud de la existencia… y conectas

Junto a otro, junto a otros,  sientes que formas parte de algo único, tremendamente valioso, especial, desconcertadamente completo… y conectas

Mueves tu cuerpo de forma espontánea, se expresa libremente… y conectas

Quitas tus zapatos, la planta de tus pies entra en contacto con la arena, la tierra, la piedra, el césped… y conectas

Ríes desde las entrañas, sientes la necesidad de dejarte llevar, te gusta … y conectas

Te mimetizas con la historia de ese libro que te cautiva, juegas a fantasear con ser quien no eres… y conectas

Viajas, anhelas tus rutinas, descubres nuevos horizontes… y conectas

Sientes indignación, algo se remueve en tu interior, vas a dar un paso en una nueva dirección… y conectas

Tomas conciencia de tus contradicciones, las aceptas… y conectas

Duele, creces… y conectas


jueves, 12 de febrero de 2015

De la empatía del profesional a la traumatización vicaria


¿Alguna vez tus emociones se han llegado a "mimetizar" tanto con las del otro que has llegado a creer sentir casi lo mismo que él siente?, ¿te ha costado "desconectar" tras el impacto de conocer la dura historia de otra persona?, ¿tiendes a "ponerte en la piel" del otro?, ¿te olvidas un poco de ti mismo cuando conectas con el sufrimiento de los demás?,...


La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, que implica colocarse sus zapatos y sintonizar con “su mundo” tal y como él lo vivencia. Por tanto, es empático aquel que llega a abstraerse parcialmente de sí mismo y focaliza en cómo el otro percibe, piensa, siente y actúa, tomando como referencia su posición, sus circunstancias, sus características personales o sus limitacionesEsta consciencia del otro requiere que se acompañe en todo momento de una conciencia sostenida de que precisamente es una vivencia del otro y no nuestra. Ni más ni menos se trata de no olvidar que es la realidad del otro, son sus sentimientos y sus emociones y no los nuestros.  Esta segunda parte es la clave para que la persona empática  se gestione emocionalmente de forma adecuada, si bien en múltiples ocasiones no se toma en consideración en la práctica.


                                                                                                      FOTO: http://edukame.com/los-limites-de-la-empatia

Lo cierto es, que podemos encontrar casos de personas altamente sensibles que poniéndose en la piel del otro llegan a confundir sus propias emociones con las de la otra persona, o incluso casos en los que se desarrolla una implicación desproporcionada y poco saludable en la existencia del otro que llega a difuminar los límites de la vida propia y la de éste, llegando a relegarse  uno mismo a la vida de los demás de forma sistemática. Éste es, entre otros, uno de los factores facilitadores de una relación dependiente, en la que una persona llega a percibir, pensar, sentir o actuar en base a los criterios del otro y no a los propios. 
Enfocarse en el otro, tomando sus metas u objetivos como propios o percibir su dolor, su angustia o su tristeza como si fuera nuestra puede suponer perdernos de algún modo a nosotros mismos o perder la conciencia de ser ajeno al otro. Es más, interfiere enormemente en el apoyo saludable y eficaz que podemos prestar como agentes externos a él, con una mirada distinta desempañada de emociones intensas.

Los clínicos, terapeutas o  profesionales que estamos en contacto directo y regular a nivel profesional con víctimas de violencia o personas que atraviesan etapas de reestructuración vital marcadas por sucesos traumáticos debemos trabajar sistemáticamente el propio equilibrio emocional y a nivel preventivo poner en marcha estrategias de autocuidado para evitar la traumatización vicaria (término acuñado por McCann and Pearlman en 1990), la cual deriva del impacto emocional acumulativo y de las secuelas psicológicas de enfrentarnos a los hechos o experiencias traumáticas de los pacientes, tal y como argumenta Enrique Echeburúa. 

Escuchar día a día como otras personas han sido objeto de graves vejaciones o humillaciones, cómo se han vulnerado sus derechos, han sentido amenazada su propia integridad física o han sido agredidas, y acompañarlas en su proceso de recuperación empatizando con sus emociones forma parte de lo esperable y deseable en el caso de determinados profesionales y es ingrediente indispensable para que la intervención de estos sea satisfactoria. Ahora bien, el impacto que tiene la exposición para el profesional debe ser compensado por el cuidado del equipo de trabajo al que pertenezca y el autocuidado de éste en el día a día.

                                                                                             FOTO: http://blog.psicoactiva.com/de-mayor-quiero-ser-psicologo/


Los autores Saavkvite y Pearlman (1996) consideran que “la traumatización vicaria es el resultado de tratar de una forma empática y comprometida a víctimas de traumas durante un período prolongado”. Estos mismos autores expusieron los signos y síntomas de la traumatización vicaria y como inicialmente se instalan de forma progesiva y difusa sin que el terapeuta en principio se de cuenta de ello o bien como poco a poco va presentando dificultades para desconectar del trabajo o para divertirse como antes. Enrique Echeburúa  diferencia los indicadores de la traumatización vicaria diferenciando los  cambios físicos y psíquicos (agotamiento, pesadillas, desmotivación, molestias gastrointestinales,…), los personales (tristeza, escepticismo hacia el futuro, sentimiento de culpa por llevar una vida frívola, dificultades para establecer límites entre la vida personal o y la profesional,…) o los cambios sociales  (sensación de incompresión por parte de los demás, irritabilidad, dificultad para sentir emociones,…).


                                             FOTO: http://centroalhalmbra.com/terapias/gestion-del-estres-y-calidad-de-vida/

Por otro lado, Charles Figley considera que la capacidad de compasión y la empatía están en el centro mismo de la capacidad del terapeuta para realizar su trabajo, y al mismo tiempo en la posibilidad de llegar a "ser lastimados por el trabajo". 
El mismo autor en 1995 fue quien acuñó el término de Compassion Fatigue que se tradujo como "Desgaste por empatía", para referirse a la misma traumatización vicaria o estrés traumático secundario.

Es, por todo lo expuesto, fundamental para prevenir el desbordamiento por impacto emocional en  los profesionales y equipos de trabajo que reúnen las características mencionadas anteriormente, que estos se conciencien de la importancia de identificar las fuentes de tensión, reconozcan los límites, los estados críticos, indicadores de alarma, las vulnerabilidades y las fortalezas (individuales y grupales), e introduzcan y potencien el desarrollo de habilidades y estrategias elementales que faciliten la gestión emocional día a día.




Fuentes consultadas:

Echeburúa, E. (2009). Superar un trauma. El tratamiento de las víctimas de sucesos violentos. Madrid: Pirámide.









jueves, 11 de septiembre de 2014

Personas RESILIENTES: La importancia de conocer sus capacidades y competencias emocionales.



Hay personas que afrontan de forma hábil las dificultades y adversidades intrínsecas de la vida, que se sobreponen, salen fortalecidas e impulsan su crecimiento personal porque consiguen extraer aprendizajes valiosos de las peores situaciones que podemos imaginar. Con ello no quiero decir que sea sencillo, que no experimenten emociones negativas o que en ocasiones se sientan perdidas o desesperanzas. Quiero decir que a pesar de todo, continúan avanzando, aceptan su nueva realidad y consiguen vivir plenamente.

En ocasiones, en las sesiones de intervención, detecto claramente esa “garra” que de pronto se activa y se engancha a cualquier haz de esperanza, ese “instinto de supervivencia” que pone en marcha todo un plan de rescate emocional como si de alguna forma, interiormente, esa persona hubiera tomado conciencia de que ha llegado al suelo del hoyo y quiere salir tomando impulso.

En este punto, estas personas presentan cierta ansia por encontrar el modo de avanzar a pesar de que su día a día esté nublado y anhelan que alguien encienda la luz en el recorrido que queda por andar hasta encontrar la salida.

No tienden a detenerse excesivamente en la pena, la culpa o el discurso recurrente, sino que tienden a conceptualizar y definir la pérdida, asignan responsabilidades y se orientan al presente y al futuro a pesar de que su estado de ánimo sea bajo o se encuentren desubicados. Buscan soluciones y ponen su energía en reestructurarse apoyándose en los recursos personales, familiares y sociales de los que dispongan.

Con el tiempo identifican elementos de fortuna, aquello que a pesar del infortunio o del problema, sigue siendo valioso en su vida (personas que permanecen, circunstancias favorables, estima propia,  logros alcanzados,…) y de nuevo, paulatinamente, comienzan a desarrollar la capacidad de disfrute, recuperan el control y toman decisiones consecuentes libre y autónomamente.

Si os detenéis por unos minutos a pensar en ello encontraréis en vuestro entorno personas que encajarían en esta descripción e incluso puede que vosotros mismos os veáis identificados. 

Sabemos que hay características propias de ciertas personas que favorecen la recuperación tras un suceso violento,  traumático, negativo, inesperado, intenso o incontrolable que inicialmente ha generado miedo e indefensión y ha desbordado la capacidad de respuesta y adaptación.

La resiliencia es precisamente esa capacidad para sobreponerse al dolor emocional y a las situaciones adversas potenciando los recursos existentes y facilitando el reajuste.

Hay personas resilientes, que han desarrollado en su proceso de socialización habilidades de afrontamiento adecuadas  y eficaces, que cognitivamente disponen de una estructura o mapa que tiende al razonamiento ajustado a la realidad, que se orientan hacia lo que depende de ellas y especialmente hacia el hoy y el mañana.

¿Quiere decir que sólo el resiliente puede alcanzar la vida plena tras la adversidad? Evidentemente no, si bien es cierto que éste tiene un trecho del camino andado.


Cualquiera de nosotros tiene la capacidad de cambiar, adaptarse y reestructurarse precisando para ello tiempo y realizando el trabajo personal adecuado  contando con los apoyos internos y externos necesarios.


                                                                                                  FOTO: http://www.flow-ecodesign.es/blog/4-tips-resiliencia/


Son tremendamente interesantes las líneas de investigación existentes en el área de la resiliencia, los factores protectores y los factores de vulnerabilidad que de algún modo modulan la forma en la que cada una de las personas afrontamos los problemas y la adversidad de la vida. Desmenuzar el funcionamiento y la estructura de las personas resilientes o conocer el desarrollo de su capacidad nos da la clave para poder potenciar dichas áreas en todos y cada uno de nosotros



Os dejo con una selección de enlaces para profundizar sobre este tema que os permitirán adentraros en esta área de conocimiento. 


¡Seguro que salís fortalecidos!