miércoles, 29 de abril de 2015

La importancia del AUTOCONCEPTO AJUSTADO: Cuando me miro en el espejo y no me gusta lo que veo


Personas divertidas  que se consideran pesadas, atractivas que se sienten feas, sensibles que se identifican como lloronas y descontroladas, afortunadas que se ven desdichadas, inteligentes que se perciben incompetentes, creativas que se consideran estúpidas, habilidosas que se creen torpes,…



En ocasiones nos miramos al espejo y no nos gusta lo que vemos, anhelamos otro aspecto, una actitud distinta, un rasgo o un cuerpo diferente. A casi todos nos ha podido suceder algo similar alguna vez.

Podemos desear que sean los demás los que nos den la seguridad que no encontramos en nosotros mismos, dar mucho más valor a la mirada de los otros o avergonzarnos porque quizás no sintamos que estamos a la hipotética altura de las circunstancias.

Hay quienes finalmente dejan de mirarse en el espejo para no verse,  huyen sistemáticamente de sí mismos o se esfuerzan por ser quienes no son aparentando e imitando a otros. Algunos llegan a esconderse detrás de jornadas laborales interminables, otros dejan de relacionarse y se aíslan o bien proyectan sus frustraciones en quienes les rodean. 


                                                                                             FOTO: http://emocionesysentimientos.com/2008/05/07/quien-soy-yo/
                                                                                       

La desconexión de/con la realidad, la sensación de extrañeza hacia uno mismo, el desanimo, la tristeza, la sintomatología ansiosa o la progresiva pérdida de identidad (¿quién soy?, ¿qué me gusta?,…) suponen en ocasiones un punto de inflexión para uno mismo o para alguien cercano que llega a la conclusión de que quizás algo no va bien.

Focalizar desmesuradamente en lo que no me gusta o lo que no consigo puede nublar la visión de lo que sí me gusta o tolero de mí mismo, de mis logros y de lo que puedo conseguir. Puede que llevemos puestas unas gafas sucias o empañadas sin ser conscientes de ello, y creamos ver la realidad completa cuando realmente sólo estemos alcanzando a ver parte de ella. En estos casos no se trata de la imagen que se refleja en el espejo sino más bien de lo que el que mira percibe e interpreta.



                                                                                    FOTO: http://maestrosdelpoker.com/jugar-al-poker-percepcion-distorsionada/

                                                                                          
Sabemos que objetivamente  un error no nos define como personas ni un aspecto específico de nuestra personalidad, imagen corporal o actitud  tampoco. Por tanto, sobredimensionar o maximizar algo concreto de nosotros mismos que no nos gusta o que nos incomoda, puede llegar a convertirse en una idea obsesiva de la que cada vez nos cueste más desprendernos ya que poco a poco se puede ir instalando en nuestro pensamiento. Asumir que algo determinado delimita la totalidad de lo que soy implica cometer un sesgo de autopercepción importante y por ello es fundamental identificarlo para trabajarlo, reducir la intensidad de sus efectos o eliminarlo.

En estos casos, el autoconcepto (la imagen que cada uno tiene de sí mismo) se empobrece y se desajusta llegándonos a  jugar una mala pasada al condicionar enormemente otras áreas vitales, ya que sin duda lo que piense de mí mismo va a influir inevitablemente  en la estima que me tenga, en el modo de observar la realidad, de gestionar las emociones o situaciones y de relacionarme.


Tomar conciencia de que la imagen que se proyecta y veo reflejada cuando me miro pueda estar distorsionada supone comenzar a caminar por la senda del autodescubrimiento y la aceptación de uno mismo con las limitaciones, fortalezas y potencialidades inherentes a la propia existencia. Sólo aquello que dependa de mí total o parcialmente podré cambiarlo en alguna medida, ya que tengo la posibilidad de generar cambios importantes en mi sistema personal dentro mi propio radio de acción.

Es fundamental para mantener nuestro bienestar físico y psicológico disponer de un autoconcepto (lo que sé de mí mismo) adecuado y ajustado con la realidad, base fundamental para desarrollar una autoestima (lo que siento por mí mismo) positiva.