¿Alguna vez tus emociones se han llegado a "mimetizar" tanto con las del otro que has llegado a creer sentir casi lo mismo que él siente?, ¿te ha costado "desconectar" tras el impacto de conocer la dura historia de otra persona?, ¿tiendes a "ponerte en la piel" del otro?, ¿te olvidas un poco de ti mismo cuando conectas con el sufrimiento de los demás?,...
La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, que implica colocarse sus zapatos y sintonizar con “su mundo” tal y como él lo vivencia. Por tanto, es empático aquel que llega a abstraerse parcialmente de sí mismo y focaliza en cómo el otro percibe, piensa, siente y actúa, tomando como referencia su posición, sus circunstancias, sus características personales o sus limitaciones. Esta consciencia del otro requiere que se acompañe en todo momento de una conciencia sostenida de que precisamente es una vivencia del otro y no nuestra. Ni más ni menos se trata de no olvidar que es la realidad del otro, son sus sentimientos y sus emociones y no los nuestros. Esta segunda parte es la clave para que la persona empática se gestione emocionalmente de forma adecuada, si bien en múltiples ocasiones no se toma en consideración en la práctica.
FOTO: http://edukame.com/los-limites-de-la-empatia
Lo cierto es, que podemos
encontrar casos de personas altamente sensibles que poniéndose en la piel
del otro llegan a confundir sus propias emociones con las de la otra
persona, o incluso casos en los que se desarrolla una implicación
desproporcionada y poco saludable en la existencia del otro que llega a
difuminar los límites de la vida propia y la de éste, llegando a
relegarse uno mismo a la vida de los
demás de forma sistemática. Éste es, entre otros, uno de los factores facilitadores de una
relación dependiente, en la que una persona llega a percibir, pensar, sentir o
actuar en base a los criterios del otro y no a los propios.
Enfocarse en el otro, tomando sus metas u objetivos como propios o percibir su dolor, su angustia o su tristeza como si fuera nuestra puede suponer perdernos de algún modo a nosotros mismos o perder la conciencia de ser ajeno al otro. Es más, interfiere enormemente en el apoyo saludable y eficaz que podemos prestar como agentes externos a él, con una mirada distinta desempañada de emociones intensas.
Enfocarse en el otro, tomando sus metas u objetivos como propios o percibir su dolor, su angustia o su tristeza como si fuera nuestra puede suponer perdernos de algún modo a nosotros mismos o perder la conciencia de ser ajeno al otro. Es más, interfiere enormemente en el apoyo saludable y eficaz que podemos prestar como agentes externos a él, con una mirada distinta desempañada de emociones intensas.
Los clínicos, terapeutas
o profesionales que estamos en contacto
directo y regular a nivel profesional con víctimas de violencia o personas que
atraviesan etapas de reestructuración vital marcadas por sucesos traumáticos debemos
trabajar sistemáticamente el propio equilibrio emocional y a nivel preventivo
poner en marcha estrategias de autocuidado para evitar la traumatización
vicaria (término acuñado por McCann and Pearlman en
1990), la cual deriva del impacto emocional
acumulativo y de las secuelas psicológicas de enfrentarnos a los hechos o
experiencias traumáticas de los pacientes, tal y como argumenta Enrique
Echeburúa.
Escuchar día a día como otras personas han sido objeto de graves vejaciones o humillaciones, cómo se han vulnerado sus derechos, han sentido amenazada su propia integridad física o han sido agredidas, y acompañarlas en su proceso de recuperación empatizando con sus emociones forma parte de lo esperable y deseable en el caso de determinados profesionales y es ingrediente indispensable para que la intervención de estos sea satisfactoria. Ahora bien, el impacto que tiene la exposición para el profesional debe ser compensado por el cuidado del equipo de trabajo al que pertenezca y el autocuidado de éste en el día a día.
FOTO: http://blog.psicoactiva.com/de-mayor-quiero-ser-psicologo/
Los autores Saavkvite y Pearlman (1996) consideran que “la
traumatización vicaria es el resultado de tratar de una forma empática y
comprometida a víctimas de traumas durante un período prolongado”. Estos mismos autores expusieron los
signos y síntomas de la traumatización vicaria y como inicialmente se instalan
de forma progesiva y difusa sin que el terapeuta en principio se de cuenta de
ello o bien como poco a poco va presentando dificultades para desconectar del
trabajo o para divertirse como antes. Enrique Echeburúa diferencia los indicadores de la
traumatización vicaria diferenciando los
cambios físicos y psíquicos (agotamiento, pesadillas, desmotivación, molestias
gastrointestinales,…), los personales (tristeza, escepticismo hacia el futuro,
sentimiento de culpa por llevar una vida frívola, dificultades para establecer
límites entre la vida personal o y la profesional,…) o los cambios
sociales (sensación de incompresión por
parte de los demás, irritabilidad, dificultad para sentir emociones,…).
FOTO: http://centroalhalmbra.com/terapias/gestion-del-estres-y-calidad-de-vida/
Por otro lado, Charles Figley considera que la capacidad de compasión y la empatía están en el centro mismo de la capacidad del terapeuta para realizar su trabajo, y al mismo tiempo en la posibilidad de llegar a "ser lastimados por el trabajo".
El mismo autor en 1995 fue quien acuñó el término de Compassion Fatigue que se tradujo como "Desgaste por empatía", para referirse a la misma traumatización vicaria o estrés traumático secundario.
Es, por todo lo expuesto, fundamental para prevenir el desbordamiento por impacto emocional en los profesionales y equipos de trabajo que reúnen las características mencionadas anteriormente, que estos se conciencien de la importancia de identificar las fuentes de tensión, reconozcan los límites, los estados críticos, indicadores de alarma, las vulnerabilidades y las fortalezas (individuales y grupales), e introduzcan y potencien el desarrollo de habilidades y estrategias elementales que faciliten la gestión emocional día a día.
FOTO: http://centroalhalmbra.com/terapias/gestion-del-estres-y-calidad-de-vida/
Por otro lado, Charles Figley considera que la capacidad de compasión y la empatía están en el centro mismo de la capacidad del terapeuta para realizar su trabajo, y al mismo tiempo en la posibilidad de llegar a "ser lastimados por el trabajo".
El mismo autor en 1995 fue quien acuñó el término de Compassion Fatigue que se tradujo como "Desgaste por empatía", para referirse a la misma traumatización vicaria o estrés traumático secundario.
Es, por todo lo expuesto, fundamental para prevenir el desbordamiento por impacto emocional en los profesionales y equipos de trabajo que reúnen las características mencionadas anteriormente, que estos se conciencien de la importancia de identificar las fuentes de tensión, reconozcan los límites, los estados críticos, indicadores de alarma, las vulnerabilidades y las fortalezas (individuales y grupales), e introduzcan y potencien el desarrollo de habilidades y estrategias elementales que faciliten la gestión emocional día a día.
Fuentes consultadas:
Echeburúa, E. (2009). Superar un trauma. El tratamiento de las víctimas de sucesos violentos. Madrid: Pirámide.
Cuidado y autocuidado de los profesionales de intervención directa
Cuidar a los que cuidan: desgaste profesional y cuidado de los equipos que trabajan con violencia
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