viernes, 16 de octubre de 2015

La conquista de la ACEPTACIÓN, sus tareas y resistencias


Si mentalmente te detienes por unos minutos e intentas analizar muy a groso modo cómo ha sido tu vida hasta este mismo instante encontrarás altos y bajos en el camino, etapas que recuerdas especialmente dulces y otras marcadas por acontecimientos o circunstancias que te han desestabilizado. Probablemente detectas situaciones o hechos vitales muy importantes que han condicionado tu crecimiento y desarrollo vital, algunos los valorarás de forma positiva y otros claramente de forma más negativa. En cualquier caso haber vivido cada uno de ellos te ha permitido llegar a ser tal y como eres en este preciso momento.


La aceptación de tu realidad, de quien eres, de lo vivido e incluso de lo no vivido pero a su vez especialmente deseado, es una conquista que te permite seguir avanzando y liberarte de miedos y emociones negativas que muchas veces dificultan e impiden que vivas de forma plena tu vida.

En ocasiones, de forma involuntaria y automática, puedes llegar a poner en marcha mecanismos de resistencia para afrontar una realidad que no te gusta y que no deseas conocer en un intento de “sobrevivir” a una circunstancia que amenazaría tu sistema de creencias, la imagen que tienes de ti mismo o de los demás o tu propio equilibrio personal. Algunas de las estrategias  que empleamos para protegernos frente a lo desagradable son:


-Minimizar los efectos que se están produciendo: “no es para tanto”, “ha ocurrido muy pocas veces”,…

-Normalizar la situación y los efectos adversos: “le pasa a mucha gente”, “esto es bastante normal en esta sociedad”,…

-Justificar la conducta: “no tiene importancia porque en el fondo lo hace porque me quiere”, “estaba muy nerviosa, no pasa nada”, “con la situación personal tan complicada que hay es lógico”,…

-Disociar/separar/dividir la realidad y atender únicamente a la parte que encaja con tus expectativas o lo que a ti te gustaría (auto-engaño): “él me quiere porque me lo ha dicho y pasamos una tarde estupenda”- “pero, vi que te empujó y te insultó cuando ibais hacia el coche”- “ah! No, sólo fue un malentendido! Estamos muy bien, estuvo muy cariñoso esa tarde”.

-Negar la realidad o parte de ella, postergando el impacto que tendría asumir lo real. 
Puede haber un rechazo total a admitir lo que está ocurriendo  llegando a negarte a escuchar algo que no quieres:  “mi familia SIEMPRE está cuando la necesito”, “mis hijos son PERFECTOS”, “mi vida es PERFECTA”, “voy a conseguir TODO lo que me proponga”, “mis padres SIEMPRE saben qué es lo mejor para mi”, …

-Esfuerzos constantes y persistentes por intentar cambiar tu realidad o la de otra persona asumiendo que tienes control sobre ella y puedes conseguirlo. Esta estrategia de resistencia supone un gran desgaste personal, genera sentimientos de frustración cuando no consigues lo que quieres e impide que tu esfuerzo se dirija hacia aquello que sí depende de ti.

-Distorsionar/disfrazar la realidad, fantaseando o creando una ilusión paralela en la que exageras tus cualidades o las de los demás.

-Negociar con la realidad: Parte del pensamiento mágico y más primitivo, implica buscar una solución desde la desesperación en muchas ocasiones y supone defenderte para evitar aquello que no aceptas. “Vamos a pactar, yo haré un esfuerzo con esto y esta situación mejorará”

-Ironizar, utilizar el humor o el sarcasmo de forma exagerada o desmesurada para desdramatizar y aliviar el malestar sin permitirte mostrar tu vulnerabilidad.


                                                                         FOTO: google imágenes


En el proceso hacia la aceptación puedes llegar a sentir enfado, angustia emocional, rabia, culpa o ira hacia ti mismo o hacia los demás (“no es justo”, “¿por qué me sucede esto a mi?”, “yo podría haber hecho algo”,…) o en otra fase del camino experimentar dolor emocional y una profunda tristeza (“no sirve de nada que haga algo”, “ no tiene sentido la vida”,…). Se trata de avanzar pasando por diferentes fases que te lleven a la aceptación sin experimentar emociones intensas desagradables que te bloqueen y alejen de la realidad.

Lindenmann , Brown y Schulz plantearon una secuencia resumen de las fases más importantes para la elaboración del duelo y partiendo de su aportación considero que se desprenden básicamente cuatro tareas que componen el proceso hacia la aceptación.

-1-Ver,  admitir y tomar conciencia de la realidad tal y como es y de las
 consecuencias de ésta que hay en ti y en los demás
-2-Experimentar la realidad
-3-Sentir el dolor y todas las emociones, permitiendo que fluyan
 canalizándolas adecuadamente.
-4-Nueva adaptación a la realidad (readaptación) tras asumir lo
inevitable y decidir conscientemente tu nueva postura ante ésta.


Así pues, la aceptación se conquista cuando has elaborado la perdida de aquello que no fue, no es o de lo que no será, cuando admites que lo que deseabas o quisieras no es posible y no puedes cambiarlo por ti mismo. Hay un cambio de visión de la situación y una orientación hacia el presente y el futuro permitiendo la transformación de ti mismo o de tu vida.


Cuando aceptas, asumes sin oposición la imperfección, las limitaciones propias o de los otros, las carencias y lo inevitable. Es entonces cuando lo que piensas, verbalizas y sientes tiene una mayor correspondencia y puedes gestionar saludablemente tus emociones, predominando la serenidad y la satisfacción personal por haber conseguido integrar en tu vida lo vivido, reorganizarte interiormente y poder reorientarte de nuevo con un mayor sentimiento de autenticidad. Predominan pensamientos del tipo “esto no depende de mí”, "es lo que hay", "no puedo cambiarlo", “pasará”, “no puedo luchar contra esto pero sí puedo prepararme para afrontarlo de la mejor manera posible”, “siento que he crecido con esta experiencia”,…


Muchos problemas emocionales y desajustes vitales se asientan en la no aceptación pudiendo llegar a quedarse uno instalado durante más tiempo del esperado en alguna de sus fases. Otros pueden derivarse a su vez de haber decidido conformarse aceptando como válido en la vida algo que globalmente no se desea pero que en cambio ofrece una ganancia asociada secundaria, o que incluso dependiendo de uno para cambiarse acaba no considerándose por el gran esfuerzo que cree que supondría hacerlo o por la valoración de escasa probabilidad de conseguir ese cambio. Supondría entonces conformarse porque se valora que costaría mucho alcanzar lo que realmente se desea, se cree que no se conseguiría o compensa por otro lado dejar las cosas como están. En cualquier caso, no asumir de modo consciente la realidad y sus consecuencias asociadas supone no disponer de la base necesaria para poder decidir en consecuencia la postura que uno quiere adoptar al respecto, implicando una probable pérdida de identidad y de autenticidad.


Es muy importante, por tanto, que cuando algo te genere malestar te detengas, analices lo que está ocurriendo y honestamente valores si depende de ti cambiarlo. En caso de que no seas un agente con posibilidad de transformar esa realidad te encontrarás ante un proceso de aceptación de la misma y con una oportunidad de crecimiento y autoconocimiento personal. Si en cambio determinas que sí puedes actuar y cambiar lo que no deseas es el momento de diseñar un plan de acción para conseguir tus objetivos, motivarte y asumir el control y la responsabilidad de luchar por lo que quieres en tu vida permitiéndote sentir satisfecho contigo mismo.





Fuentes consultadas:
.Modelo Kübler-Ross: Kubler-Ross, E.: On death and dying. Nueva York: Routledge, 1973
.Modelo Lindenmann , Brown y  Schulz: 
            https://es.wikipedia.org/wiki/Duelo_(psicolog%C3%ADa)
.http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2007471914703783

domingo, 28 de junio de 2015

Cuando me siento desbordado y de pronto CONECTO


En ocasiones las circunstancias, y especialmente la percepción e interpretación que hacemos de lo que nos rodea, sobrepasan nuestros recursos personales de afrontamiento. Es entonces cuando nos sentimos desbordados, invadidos por la emoción y con baja sensación de control sobre la situación. En estos casos disminuye la fluidez y claridad de nuestro pensamiento, nos sentimos confusos, baja la concentración y la atención, nos cuesta distraernos, aparecen  ideas recurrentes sobre lo que nos preocupa que nos cuesta dejar a un lado, estamos más inactivos, baja nuestro nivel habitual de energía y puede alterarse el apetito, la digestión o el sueño. Emocionalmente en estos casos solemos encontrarnos hipersensibles, tristes o irritables, tendemos a aislarnos, disminuye la capacidad de disfrute y  perdemos interés por actividades que solían gustarnos.

Sin duda necesitamos un tiempo para reubicarnos, analizar qué está sucediendo, qué podemos hacer, asimilar la realidad, aceptarla y orientarnos hacia la toma de  decisiones al respecto.

        -  ¿Cuánto tiempo? Depende.

       - ¿De qué depende? De lo que haya dado lugar al desajuste que percibimos, de nosotros mismos, de nuestras habilidades y capacidades, de nuestros apoyos,.., y de lo que hacemos día a día para gestionar la situación, NUESTROS PENSAMIENTOS Y NUESTRA CONDUCTA.



                                                                      FOTO: http://tedeletras.blogspot.com.es/2010_05_01_archive.html


Sabemos que ante una misma situación la vivencia de las personas varía según ciertos rasgos que presenten, si tienden al optimismo o no, si son personas seguras de sí mismas, si presentan una autoestima ajustada, si son más o menos resolutivas, si disponen de una adecuada capacidad de análisis, si son empáticas o si disponen de recursos alternativos de gestión emocional por ejemplo.

En cualquier caso, en mayor o en menor medida, todos vivimos momentos de incertidumbre, de desajustes vitales o de “incomodidad emocional” y por ello es importante tomar perspectiva, intentar distanciarnos en la medida de lo posible para recuperar cierta objetividad dentro de la subjetividad y tomar conciencia de LO RELATIVO. Precisamente se trata de darnos cuenta de que lo que nos está sucediendo no es la único que nos está sucediendo en la vida, que seguimos siendo afortunados por otras muchas cosas y que somos mucho más que aquello que nos preocupa y consume. 

Conectar con lo que soy en su sentido más amplio, con lo que me hace sentir más yo mismo, con mi autenticidad, con mi lado más íntimo y personal, con lo que me gusta y con lo que no me gusta tanto, es sencillo y tremendamente complicado a la vez sin duda. Se trata de conectar con uno mismo, con nuestros sentidos, con lo que sucede mientras me aíslo  y tomar conciencia de que formo parte de algo grandioso que es la vida en constante movimiento porque de este modo puedo comenzar a ver y observar con mayor perspectiva.


            FOTO: google imágenes

Cada persona tiene su propia “forma de conectar” y a medida que vive  y experimenta va modificándola, reemplazando formas obsoletas o incorporando otras nuevas.  


                                                                                                     FOTO:https://djxhemary.wordpress.com/



Hoy os invito a poneros a prueba... ¿De qué modo CONECTAS tú?




Te miras al espejo, te detienes en tu mirada… y conectas.

Sales a pasear, observas el entorno, te fijas en las sensaciones que tu cuerpo te transmite al entrar en contacto con el aire, el sol o la lluvia… y conectas

Caminas  y centras tu atención en la media y larga distancia que alcanzas a ver y de pronto tomas conciencia del techo visual, del color del cielo y sus nubes, de la luna o de las estrellas… y conectas.

Ese momento en el que crees que no puedes continuar pero te esfuerzas un poco más concentrado en tu afán de superación… y conectas

Escuchas esa canción en ese momento… y conectas

Alguien pronuncia esas palabras que de pronto encienden la luz cuando estás a oscuras… y conectas

Detectas en otros un instante de ternura, humanidad o dolor, se eriza tu piel… y conectas

Te encuentras ante la inmensidad de lo natural, en lo alto de la montaña, a la orilla del mar o ante el silencio urbano… y conectas

Echas de menos, tomas conciencia de las ausencias, adviertes tu fragilidad… y conectas

Te permites experimentar algo nuevo y distinto, sientes que arriesgas… y conectas

Te sientes frustrado, incómodo o impotente… y conectas

Algo ha cambiado en ti, no sientes del mismo modo, no encajas en el mismo lugar… y conectas

Te rozan, permites el contacto de otra piel, fijas tu atención… y conectas

Saboreas, cierras los ojos, quieres apresar esa sensación… y conectas

Percibes el olor, recuerdas a esa persona, aquel momento o  aquel lugar… y conectas

Llueve, te empapas, entras al mar caminando, te sumerges,… y conectas

Frente a  ti y tras de ti ese lugar en el que tomas conciencia de la magnitud de la existencia… y conectas

Junto a otro, junto a otros,  sientes que formas parte de algo único, tremendamente valioso, especial, desconcertadamente completo… y conectas

Mueves tu cuerpo de forma espontánea, se expresa libremente… y conectas

Quitas tus zapatos, la planta de tus pies entra en contacto con la arena, la tierra, la piedra, el césped… y conectas

Ríes desde las entrañas, sientes la necesidad de dejarte llevar, te gusta … y conectas

Te mimetizas con la historia de ese libro que te cautiva, juegas a fantasear con ser quien no eres… y conectas

Viajas, anhelas tus rutinas, descubres nuevos horizontes… y conectas

Sientes indignación, algo se remueve en tu interior, vas a dar un paso en una nueva dirección… y conectas

Tomas conciencia de tus contradicciones, las aceptas… y conectas

Duele, creces… y conectas


miércoles, 29 de abril de 2015

La importancia del AUTOCONCEPTO AJUSTADO: Cuando me miro en el espejo y no me gusta lo que veo


Personas divertidas  que se consideran pesadas, atractivas que se sienten feas, sensibles que se identifican como lloronas y descontroladas, afortunadas que se ven desdichadas, inteligentes que se perciben incompetentes, creativas que se consideran estúpidas, habilidosas que se creen torpes,…



En ocasiones nos miramos al espejo y no nos gusta lo que vemos, anhelamos otro aspecto, una actitud distinta, un rasgo o un cuerpo diferente. A casi todos nos ha podido suceder algo similar alguna vez.

Podemos desear que sean los demás los que nos den la seguridad que no encontramos en nosotros mismos, dar mucho más valor a la mirada de los otros o avergonzarnos porque quizás no sintamos que estamos a la hipotética altura de las circunstancias.

Hay quienes finalmente dejan de mirarse en el espejo para no verse,  huyen sistemáticamente de sí mismos o se esfuerzan por ser quienes no son aparentando e imitando a otros. Algunos llegan a esconderse detrás de jornadas laborales interminables, otros dejan de relacionarse y se aíslan o bien proyectan sus frustraciones en quienes les rodean. 


                                                                                             FOTO: http://emocionesysentimientos.com/2008/05/07/quien-soy-yo/
                                                                                       

La desconexión de/con la realidad, la sensación de extrañeza hacia uno mismo, el desanimo, la tristeza, la sintomatología ansiosa o la progresiva pérdida de identidad (¿quién soy?, ¿qué me gusta?,…) suponen en ocasiones un punto de inflexión para uno mismo o para alguien cercano que llega a la conclusión de que quizás algo no va bien.

Focalizar desmesuradamente en lo que no me gusta o lo que no consigo puede nublar la visión de lo que sí me gusta o tolero de mí mismo, de mis logros y de lo que puedo conseguir. Puede que llevemos puestas unas gafas sucias o empañadas sin ser conscientes de ello, y creamos ver la realidad completa cuando realmente sólo estemos alcanzando a ver parte de ella. En estos casos no se trata de la imagen que se refleja en el espejo sino más bien de lo que el que mira percibe e interpreta.



                                                                                    FOTO: http://maestrosdelpoker.com/jugar-al-poker-percepcion-distorsionada/

                                                                                          
Sabemos que objetivamente  un error no nos define como personas ni un aspecto específico de nuestra personalidad, imagen corporal o actitud  tampoco. Por tanto, sobredimensionar o maximizar algo concreto de nosotros mismos que no nos gusta o que nos incomoda, puede llegar a convertirse en una idea obsesiva de la que cada vez nos cueste más desprendernos ya que poco a poco se puede ir instalando en nuestro pensamiento. Asumir que algo determinado delimita la totalidad de lo que soy implica cometer un sesgo de autopercepción importante y por ello es fundamental identificarlo para trabajarlo, reducir la intensidad de sus efectos o eliminarlo.

En estos casos, el autoconcepto (la imagen que cada uno tiene de sí mismo) se empobrece y se desajusta llegándonos a  jugar una mala pasada al condicionar enormemente otras áreas vitales, ya que sin duda lo que piense de mí mismo va a influir inevitablemente  en la estima que me tenga, en el modo de observar la realidad, de gestionar las emociones o situaciones y de relacionarme.


Tomar conciencia de que la imagen que se proyecta y veo reflejada cuando me miro pueda estar distorsionada supone comenzar a caminar por la senda del autodescubrimiento y la aceptación de uno mismo con las limitaciones, fortalezas y potencialidades inherentes a la propia existencia. Sólo aquello que dependa de mí total o parcialmente podré cambiarlo en alguna medida, ya que tengo la posibilidad de generar cambios importantes en mi sistema personal dentro mi propio radio de acción.

Es fundamental para mantener nuestro bienestar físico y psicológico disponer de un autoconcepto (lo que sé de mí mismo) adecuado y ajustado con la realidad, base fundamental para desarrollar una autoestima (lo que siento por mí mismo) positiva.



jueves, 12 de febrero de 2015

De la empatía del profesional a la traumatización vicaria


¿Alguna vez tus emociones se han llegado a "mimetizar" tanto con las del otro que has llegado a creer sentir casi lo mismo que él siente?, ¿te ha costado "desconectar" tras el impacto de conocer la dura historia de otra persona?, ¿tiendes a "ponerte en la piel" del otro?, ¿te olvidas un poco de ti mismo cuando conectas con el sufrimiento de los demás?,...


La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, que implica colocarse sus zapatos y sintonizar con “su mundo” tal y como él lo vivencia. Por tanto, es empático aquel que llega a abstraerse parcialmente de sí mismo y focaliza en cómo el otro percibe, piensa, siente y actúa, tomando como referencia su posición, sus circunstancias, sus características personales o sus limitacionesEsta consciencia del otro requiere que se acompañe en todo momento de una conciencia sostenida de que precisamente es una vivencia del otro y no nuestra. Ni más ni menos se trata de no olvidar que es la realidad del otro, son sus sentimientos y sus emociones y no los nuestros.  Esta segunda parte es la clave para que la persona empática  se gestione emocionalmente de forma adecuada, si bien en múltiples ocasiones no se toma en consideración en la práctica.


                                                                                                      FOTO: http://edukame.com/los-limites-de-la-empatia

Lo cierto es, que podemos encontrar casos de personas altamente sensibles que poniéndose en la piel del otro llegan a confundir sus propias emociones con las de la otra persona, o incluso casos en los que se desarrolla una implicación desproporcionada y poco saludable en la existencia del otro que llega a difuminar los límites de la vida propia y la de éste, llegando a relegarse  uno mismo a la vida de los demás de forma sistemática. Éste es, entre otros, uno de los factores facilitadores de una relación dependiente, en la que una persona llega a percibir, pensar, sentir o actuar en base a los criterios del otro y no a los propios. 
Enfocarse en el otro, tomando sus metas u objetivos como propios o percibir su dolor, su angustia o su tristeza como si fuera nuestra puede suponer perdernos de algún modo a nosotros mismos o perder la conciencia de ser ajeno al otro. Es más, interfiere enormemente en el apoyo saludable y eficaz que podemos prestar como agentes externos a él, con una mirada distinta desempañada de emociones intensas.

Los clínicos, terapeutas o  profesionales que estamos en contacto directo y regular a nivel profesional con víctimas de violencia o personas que atraviesan etapas de reestructuración vital marcadas por sucesos traumáticos debemos trabajar sistemáticamente el propio equilibrio emocional y a nivel preventivo poner en marcha estrategias de autocuidado para evitar la traumatización vicaria (término acuñado por McCann and Pearlman en 1990), la cual deriva del impacto emocional acumulativo y de las secuelas psicológicas de enfrentarnos a los hechos o experiencias traumáticas de los pacientes, tal y como argumenta Enrique Echeburúa. 

Escuchar día a día como otras personas han sido objeto de graves vejaciones o humillaciones, cómo se han vulnerado sus derechos, han sentido amenazada su propia integridad física o han sido agredidas, y acompañarlas en su proceso de recuperación empatizando con sus emociones forma parte de lo esperable y deseable en el caso de determinados profesionales y es ingrediente indispensable para que la intervención de estos sea satisfactoria. Ahora bien, el impacto que tiene la exposición para el profesional debe ser compensado por el cuidado del equipo de trabajo al que pertenezca y el autocuidado de éste en el día a día.

                                                                                             FOTO: http://blog.psicoactiva.com/de-mayor-quiero-ser-psicologo/


Los autores Saavkvite y Pearlman (1996) consideran que “la traumatización vicaria es el resultado de tratar de una forma empática y comprometida a víctimas de traumas durante un período prolongado”. Estos mismos autores expusieron los signos y síntomas de la traumatización vicaria y como inicialmente se instalan de forma progesiva y difusa sin que el terapeuta en principio se de cuenta de ello o bien como poco a poco va presentando dificultades para desconectar del trabajo o para divertirse como antes. Enrique Echeburúa  diferencia los indicadores de la traumatización vicaria diferenciando los  cambios físicos y psíquicos (agotamiento, pesadillas, desmotivación, molestias gastrointestinales,…), los personales (tristeza, escepticismo hacia el futuro, sentimiento de culpa por llevar una vida frívola, dificultades para establecer límites entre la vida personal o y la profesional,…) o los cambios sociales  (sensación de incompresión por parte de los demás, irritabilidad, dificultad para sentir emociones,…).


                                             FOTO: http://centroalhalmbra.com/terapias/gestion-del-estres-y-calidad-de-vida/

Por otro lado, Charles Figley considera que la capacidad de compasión y la empatía están en el centro mismo de la capacidad del terapeuta para realizar su trabajo, y al mismo tiempo en la posibilidad de llegar a "ser lastimados por el trabajo". 
El mismo autor en 1995 fue quien acuñó el término de Compassion Fatigue que se tradujo como "Desgaste por empatía", para referirse a la misma traumatización vicaria o estrés traumático secundario.

Es, por todo lo expuesto, fundamental para prevenir el desbordamiento por impacto emocional en  los profesionales y equipos de trabajo que reúnen las características mencionadas anteriormente, que estos se conciencien de la importancia de identificar las fuentes de tensión, reconozcan los límites, los estados críticos, indicadores de alarma, las vulnerabilidades y las fortalezas (individuales y grupales), e introduzcan y potencien el desarrollo de habilidades y estrategias elementales que faciliten la gestión emocional día a día.




Fuentes consultadas:

Echeburúa, E. (2009). Superar un trauma. El tratamiento de las víctimas de sucesos violentos. Madrid: Pirámide.