Ya cambiarán las circunstancias, más adelante podré hacer algo, no es el momento, no puedo, tengo mala suerte, no depende de mi, ¿por qué no avanzo?, ¿qué hago?, Y si ...
En ocasiones, aun deseando que nuestra realidad sea de otra
forma nos quedamos paralizados, sin movernos, observando lo que nos rodea día
tras día. Pasa el tiempo y permanecemos con el freno puesto, sin cambiar lo que
está a nuestro alcance, deseando que factores externos provoquen un cambio o
que terceras personas tomen las decisiones.
El periodo de
reflexión es fundamental para
profundizar sobre lo que queremos y concretar el modo más eficaz y beneficioso
para nosotros de alcanzar nuestros
propósitos; si bien, el anclaje de modo permanente en una etapa de pre-contemplación
o contemplación puede denotar la
existencia de otras dificultades o déficits que es aconsejable abordar para
avanzar y desarrollarnos a nivel personal.
Algunas de las “cadenas”
que nos impiden el movimiento, limitan nuestra capacidad de acción y decisión y
nos mantienen sujetos a lo que no deseamos o queremos son:
-El temor o miedo a “perder – sufrir –
equivocarse”, o dicho de otro modo “más
vale malo conocido que bueno por conocer”, puede estar detrás de una actitud
pasiva frente a la resolución de un conflicto.
Si decidimos introducir un cambio asumimos el riesgo de que finalmente el resultado no sea el
que buscamos, que podamos sentir malestar por ello o que nos suponga perder en algún
aspecto. Ahora bien, ¿los riesgos son asumibles?, ¿qué probabilidad hay de que
la situación mejore o empeore?, ¿qué es lo peor que podría pasar si?...
-La desinformación, el desconocimiento de la
realidad o el conocimiento parcial de la misma genera desconcierto, inseguridad y percepción de falta de
control. Nadie sabe de todo pero quien dispone de buenos asesores, se informa y
cuenta con los datos oportunos puede decidir de modo consecuente. Conocer nuestros
derechos, los procedimientos o las obligaciones y por ende acudir a los
servicios y profesionales especializados puede suponer un punto de inflexión
que nos impulse a tomar una decisión que durante tiempo hemos pospuesto.
-La indefensión aprendida o “sensación
subjetiva de no poder hacer nada no correspondiéndose a pesar de que existen oportunidades reales de
cambiar la situación aversiva” supone un falsa percepción de la realidad o un
espejismo que damos por válido y que nos condiciona de forma negativa. Creo que no puedo cuando en realidad PUEDO.
Jorge Bucay, a través del cuento del elefante encadenado ejemplifica este mecanismo. Relata
como cuando los elefantes son muy
pequeños, les ponen unas cadenas que no pueden romper. A pesar de que intentan
liberarse tirando con fuerza no lo consiguen. A medida que crecen les cambian
las cadenas por otras más fuertes y ellos intentar soltarlas pero no pueden de
nuevo. De este modo, día tras día, intento tras intento, el elefante no logra
romper las cadenas, va debilitándose y deja de ser constante en sus intentos. Cuando el elefante alcanza la adultez,
atado a una pequeña estaca entonces, deja
de intentar arrancar las cadenas porque tras muchos intentos no consiguió
liberarse, cuando en realidad ahora es cuando sí puede romperlas ya que la sujeción
es mínima y él dispone de mucha más fuerza.
FOTO: http://discipulosdoproposito.blogspot.com.es/2012/03/o-elefante-acorrentado-ja-observou.html
-El embotamiento y el desbordamiento emocional,
así como el estado de ánimo muy bajo, dificulta o
entorpece los procesos de concentración, atención y razonamiento limitando su
rendimiento y la autoeficacia. En estos casos es aconsejable en primer lugar ajustar
los niveles emocionales y disponer de apoyos en la toma de decisiones.
-El pobre auto-concepto o la baja autoestima pueden favorecer el desconcierto ante las dificultades, la
dependencia a otros en los que delegar la responsabilidad y la falta de confianza en la valía de uno mismo (no soy
capaz, no sirvo, no puedo, …).
-La falta de apoyos o percepción de inexistencia
de apoyos (familiares, sociales o
institucionales) puede mantenernos en una postura de sumisión, pasividad e
indefensión en la medida en que no podemos contrastar la información u
obtenerla, no alcanzando a ver las opciones reales que nos permitirían salir de
la situación problema.
-No disponer de las herramientas personales
adecuadas en nuestro repertorio conductual o la inhabilidad (no ser hábil) para resolver de forma eficaz aquello que nos ocupa y
preocupa puede condicionar la actitud de bloqueo. Disponer de un método eficaz
para concretar la situación problema, generar soluciones o alternativas y
escoger entre ellas es sinónimo de mayor probabilidad de éxito. En estos casos la
inhabilidad puede dejar de ser tal con el entrenamiento y aprendizaje de nuevas
habilidades personales.
-Los pensamientos tóxicos automáticos, las
creencias y las ideas estereotipadas arraigadas que no se han cuestionado según los criterios
de validez pueden estar con gran probabilidad en la base de una actitud paralizante ya que guían la emoción y la conducta.
Ejemplos: El amor lo puede todo, la
familia siempre está ahí,…
-No tener cubiertas las necesidades básicas o
primarias supone dirigir los esfuerzos a
satisfacerlas relegando a un segundo y tercer plano otras cuestiones. En base a
este planteamiento podemos encontrar casos en los que una persona en pro de
obtener alimentos o un techo para sí mismo o sus hijos no se ocupa ni preocupa
por satisfacer necesidades secundarias. (Ver Pirámide de Abraham Maslow. Jerarquía de necesidades, para más información)
Muchas de las "cadenas" o condicionantes que se
han nombrado podemos identificarlas en personas que acuden a intervención
psicológica, en personas que nos rodean o incluso en nosotros mismos. Pueden
encontrarse en un área específica de nuestra vida (en el trabajo, en la pareja,…)
o bien estar generalizadas a cualquier ámbito. Sin duda, tomar conciencia de
que existen y nos limitan es el primer paso para poder actuar sobre ellas.