¿Conoces algún cuento en el que una princesa valiente afronte dificultades para salvar a su bello príncipe desvalido?, ¿crees que un hombre y una mujer tienen que demostrar lo mismo para acceder a un mismo puesto de trabajo?, ¿qué pensarías si ves en el cine a una chica rodear con su brazo los hombros de su chico mientras éste llora emocionado por la película?, ¿cuántos hombres y cuántas mujeres de tu entorno ocupan puestos de responsabilidad?, ¿qué te sugiere una unidad familiar en la que la mujer sea la única sustentadora y el hombre se ocupe del cuidado de los hijos y de las labores domésticas?, ¿prefieres que tu hijo vaya a ballet o a fútbol como actividad extraescolar? , ¿prefieres que tu hija juegue con un carrito de bebé o con un coche de carreras teledirigido?, ¿quién determina lo que “es de chicos” y lo qué es “de chicas”?, ¿fomentamos el desarrollo integral de las personas independientemente de su sexo?, ¿crees que el sexo de la persona determina la forma de comportamiento aceptable en pareja y en sociedad?
La Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobada en 1948 reafirma el principio de la no discriminación y proclama que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
En 1976 España ratificó la adhesión a la Declaración y en 1978, la Constitución Española estableció la obligatoriedad de regir su normativa acerca de los derechos con arreglo a ella y a los pactos ratificados, por lo que configuró un marco legislativo basado en la igualdad entre hombres y mujeres.
A día de hoy sabemos que dichas concepciones, o resquicios de ellas en el mejor de los casos, continúan vigentes en muchas familias y entornos sociales. Se encuentran tan automatizadas y justificadas, por haber existido de ese modo durante tanto tiempo, que pasa desapercibido el “daño” que hace mantenerlas vigentes.
Donde hay Violencia de Género hay desigualdad de sexos, superioridad de uno frente a otro. Por tanto educar en igualdad es prevenir el maltrato e implica valorar la diferencia pero no la desigualdad, la dominación de uno sobre otro, la violencia o la injusticia.
Alcanzar la igualdad efectiva significa apostar por el pleno desarrollo intelectual, social, afectivo, laboral y físico de las personas sin limitaciones o restricciones establecidas por su sexo.
En base a todo ello, la posición que mantengamos al respecto marcará la educación que demos, reforzando unas actitudes frente a otras y estableciendo de este modo lo que consideramos aceptable o más adecuado. En función de dicha educación, los niños y niñas estructurarán la percepción de sí mismos y del otro más deseable según su entorno, desarrollarán sus expectativas y la forma de interacción entre ellos.
Existen infinidad de programas de Educación en la Igualdad puestos en marcha en las escuelas o en talleres socio-psico-educativos dirigidos a colectivos en los que siguen enraizadas concepciones machistas que justifican la no igualdad de oportunidades para los hombres y las mujeres y que mantienen la concepción de la mujer como “incapaz” o “inhábil” para tomar sus propias decisiones o gestionar su propia vida de forma independiente.
Es muy importante tomar conciencia de que cada uno de nosotros, hombre o mujer, desde su posición en su familia, entorno o comunidad puede favorecer la conquista de la Igualdad real y efectiva de oportunidades, de trato, de derechos y de posibilidad de decisión.
A continuación enlazo una versión alternativa de dos clásicos cuentos patrocinada por la Unión Europea y el Servicio Nacional de la Mujer del Gobierno de Chile (SERNAM). Sin duda, invita a la reflexión.
¿Qué valores nos pretenden transmitir?, ¿qué cualidades asocian a cada personaje?,...