Nací con luz, con una esencia
única que me identifica. Reconocerme y permitirme ser es el camino hacia la
autorealización y la plenitud de mi existencia.
Crezco y tomo conciencia de mi
fragilidad, la que me lleva a temer que me quiebre. En otros momentos la vida
me sorprende viendo como la fortaleza que habita en mi interior me devuelve el
traje de la seguridad y las gafas que me permitieron ver con claridad.
Vivo y
fluyo entre mares en calma y oleajes embravecidos que me devuelven a una orilla
para que comience un nuevo viaje. Mis emociones mutan, me estiran y empujan
para luego mecerme y acariciarme.
Aquellos que rozaron mi alma y bailaron con
ella me acompañan permanentemente, me prestan sus bastones y me invitan a
sentir la tierra bajo mis pies.
Mi mirada refleja donde estuve y donde estoy.
Algunos de mis monstruos mueren y otros cambian de disfraz mientras mis púas se
transforman y gano tiempo para reponer provisiones y prepararme para el próximo
envite.
Mis arrugas son banderas de mis conquistas vitales y espejos donde se
mira el tiempo.
Me asusta y reconforta a la vez tomar conciencia de que me
defino en la soledad de mi existencia y que llegué y partiré conmigo misma con
el equipaje que suponga lo vivido y amado.
12 de mayo de 2016